Estaba
un hombre en un bar, absolutamente mamado. Algunos parroquianos deciden
entonces llevarlo a su casa y, para eso, le buscan alguna identificación en sus
bolsillos. Obtenida la dirección, se encaminan a dejarlo.
Cada
vez que lo ponían de pie para tratar de hacerlo caminar, el borrachito se caía
al suelo y se daba un buen porrazo.... ¡plaf!, ¡clonc!
Del
bar al coche se les cae ocho veces, y ocho batacazos de cojo... que se da.
¡Por
fin llegan a la casa del tipo! Lo intentan ayudar a salir del coche y se les
vuelve a caer otras cuatro veces y otros cuatro castañazos ...
—Uy,
uy, uy... Grita con la mamada que llevaba.
Tocan
el timbre, sale la esposa y le dicen:
—Aquí
está su esposo.
A
lo que la señora les contesta: —¿Y la
silla de ruedas?
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