Thomas
Alva Edisom (31.05.2020)
(El Dominador de las Fuerzas Físicas para Usos Prácticos) (1847-1931) (1)
Por
fin la Ciencia ha conseguido dominar la materia y convertir en esclava a la que
por tanto tiempo había tiranizado a la humanidad. Este resultado, sin embargo,
no puede considerarse como producto exclusivo de un genio aislado, que después
de laboriosas experiencias personales llegase a una conclusión definitiva, sino
que debido a la labor constante de considerables equipos de científicos que
fueron allanando y superando el camino para que otros investigadores pudieran
continuar la tarea emprendida. Si alguna vez surge el sabio que con su propio
esfuerzo o su ingenio profundo proclama un nuevo principio, la mayor parte de
éste es consecuencia del trabajo de millares de colaboradores. Pero lo
verdaderamente necesario e imprescindible para realizar un prodigio capaz de
suscitar en los demás la admiración es la fe absoluta de un solo hombre en ese
prodigio, aunque a veces, como dice Stefan Zweig, el tesón de un profano en
materias científicas consigue dar el impulso creador en un momento preciso en
el que titubean los más sabios, e incluso la casualidad interviene para poner
en marcha la gran empresa. A esta categoría de hombre genial responde el
norteamericano Edison.
Thomas
Alva Edison nace el 11 de febrero de 1847 en Milan, pueblecito situado al oeste
de los Estados Unidos de América. Su padre, Samuel, de ascendencia holandesa,
se había instalado hacía tiempo en este lugar, al tener que huir de la justicia
del Canadá por haber tomado parte en un desafortunado intento revolucionario, y
teniendo que marchar de allí, se decide por Milan, que reúne la ventaja de ser
un importante centro comercial de granos y madera.
Todavía
no había ferrocarriles; pero, poco después, los capitalistas conspicuos del
lugar se reúnen, y deciden construir un ancho canal que una el pueblo al lago
Huron, buscando así una salida a las producciones naturales de la vasta
extensión del norte del estado de Ohio.
Samuel
abandona sus actividades anteriores, y deseoso de emprender una vida en paz con
el gobierno y sus vecinos, se dedica a los negocios. Años más tarde se casa con
Nancy Elliot, la madre del futuro genio de la electricidad, joven maestra
perteneciente a una familia muy culta y piadosa de Nueva York, a quien ha
conocido cuando ejercía su profesión en una escuela pública de Vianna
(Ontario).
América
vive por aquella época la enloquecedora fiebre del oro. De toda Europa viene
aquella horda de aventureros que no conoce otra ley que la del más fuerte, ni
más orden que el impuesto por sus brazos. Muchedumbres ingentes llegan a
California. El recién estrenado telégrafo acaba de difundir a través de los
continentes la aurífera promesa. Edison, anciano ya, recordará aquellas
“carretas cubiertas” que cruzaban en hileras interminables el país hacia el
Oeste, paradas ante la casita modesta y de una sola planta que recogió por
primera vez sus risas y sus lloros.
Es
aquí, en Milán, donde por primera vez sus sagaces ojos aprenden a observar, a
distinguir y a penetrar en el fondo de las cosas. De su padre, hereda su
fortaleza y resistencia física para el trabajo; de su madre, a la que siempre
profesó un tierno cariño, la seriedad, la humildad, cierto gusto para descubrir
el lado humorístico de las cosas, y el mismo aspecto físico: su frente, grande
y alargada; sus ojos, profundos, y un rostro franco y agradable donde los
labios siempre están dispuestos a sonreír y dibujarse en un rictus irónico.
Sin
la mano firme y cariñosa de su madre es muy probable que Edison nunca hubiera
llegado a ser lo que fue. Muchacho insociable, es ella, con su dulzura y apoyo
moral en los momentos más críticos de su vida, la que le anima y mantiene en el
recto camino del trabajo y del estudio. (…)
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