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lunes, 4 de mayo de 2020

El Principio de Peter (04.05.2020)

El Principio de Peter (04.05.2020)
Nunca discutas con un tonto, autor Leonardo Ferrari
Consideremos el caso del famoso y recientemente fallecido general A.
Buenaguerra. Sus modales cordiales y sencillos, su desdén hacia las pejigueras de los reglamentos y su indudable valor personal le convirtieron en el ídolo de sus hombres. Él les condujo a muchas y merecidas victorias. Cuando Buenaguerra fue ascendido a mariscal de campo tuvo que tratar, no con soldados corrientes, sino con políticos y generalísimo aliados. Le era imposible ajustarse al protocolo necesario. No podía pronunciar las cortesías adulaciones convencionales. Discutía agriamente con todos los signatarios y dio en pasarse días enteros tendido en su remolque, embriagado y sombrío. La dirección de la guerra pasó de sus manos a las de sus subordinados. Había sido ascendido a un puesto para cuyo desempeño era incompetente.

En la década de los años 60 Lawrence J. Peter comenzó a presentar los casos que estudiaba acerca de la incompetencia del ser humano.

Gracias a las sugerencias, el apoyo y la colaboración del escritor canadiense Raymond Hull, en 1969 publicaron conjuntamente el principio de Peter, uno de los descubrimientos más relevantes y extendidos de la historia, fuente de explicación y debate de numerosos comportamientos sociales y psicológicos del ser humano.

Tal principio está relacionado especialmente con la incompetencia ocupacional, dando a entender que “en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”. De esta manera los ascensos se producen de un nivel de competencia a un nivel de incompetencia.

Esto no quiere decir que todos seamos unos incompetentes en potencia, ya que, los argumentos y las posibles soluciones expuestas por los autores son más amplias, y han permitido predecir, explicar y solventar numerosas situaciones en oficios y profesiones muy variadas. El principio es, como señalan, inmutable y universal en la medida que se cumplan las condiciones preestablecidas.

Pero lo más curioso del caso es que al leer cualquiera de sus páginas puedes darte cuenta de errores propios, experiencias personales y profesionales o aspectos más generales de nuestro entorno, que no hacen más que confirmar los postulados de este principio.

La sociedad está organizada para optimizar la tendencia humana a trepar. La gente se afana por alcanzar una mejor posición. Al observar Peter que la incompetencia se daba en todos los niveles de todas las jerarquías (políticas, legales, educacionales, industriales, de funcionarios, etc.) formuló la hipótesis de que la causa radicaba en alguna característica intrínseca de las reglas de juego para promocionar a la gente. De manera que formuló el principio que lleva su nombre, EL PRINCIPIO DE PETER:


En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender a su nivel de incompetencia


¿Cómo se va articulando el proceso? Pues de la siguiente forma, los individuos, ascienden desde un nivel de competencia a otro de incompetencia; es decir que al final los puestos en las organizaciones tienden a ser ocupados por gente que es incompetente para desempeñar sus funciones. Y Usted se preguntará, ¿entonces, porque aun funcionan las jerarquías? Peter explica que el trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia.

Ya en el año 1910, José Ortega y Gasset dijo que “todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes”

El hecho es que se suele promocionar, bien a gente con padrino o bien a gente que realiza con competencia su trabajo en responsabilidades inferiores. En cualquier caso, el puesto nuevo a desempeñar tiene tareas y responsabilidades diferentes y al final ocurre lo que, a la nata, que sube hasta que se corta.

La competencia de un empleado es determinada no por personas de fuera de la organización sino por el superior en la jerarquía.

Pueden ocurrir dos cosas:

1. Que el superior se encuentre aún en el nivel de competencia, entonces valora a sus subordinados en atención al trabajo útil que realiza y su grado de eficiencia.

2. Que el superior haya alcanzado su nivel de incompetencia, entonces valora al empleado con criterios institucionales, es decir como el comportamiento que secunda las reglas, rituales y formas de “statu quo”.

Lo normal es que la evaluación la realice el “adaptado”, y por ello prevalece la consistencia interna, las reglas de juego establecidas. La jerarquía debe ser preservada. De esta forma, la gente termina por hacerse gris en sus vidas: se convierten en autómatas, siempre obedecen, nunca deciden (para eso cobran los jefes), porque la “supercompetencia” es más peligrosa y recusable que la incompetencia y la jerarquía debe ser preservada.

Un caso especialmente significativo de incompetencia, son las subvenciones a veces a financiación total (cuando el coste es cero, la demanda es infinita), se destina dinero (público por supuesto) para luchar contra la contaminación el aire, del analfabetismo, la pobreza, la marginación social, la soledad de los individuos... Tan pronto como es ofrecido el dinero, debe encontrarse una forma de gastarlo. El responsable puede que resuelva o no problemas, lo importante es que pueda y quiera gastar el dinero.

También hay que estudiar el tema del “impulso” o el enchufe, es decir, la relación de un empleado por sangre, amistad, matrimonio… con una persona situada por encima de él en la jerarquía. Ese tipo de empujoncitos, se detestan, lo normal es que produzca aversión entre los compañeros, y que le corten trajes. Pero, la envidia desconoce la lógica, es decir, que los empleados no se oponen realmente a la incompetencia, simplemente murmuran sobre la incompetencia para enmascarar los sentimientos hacia los empleados que reciben el impulso y el enchufe.

Las normas básicas para buscarse un padrino son:

1. Encontrar al padrino, es decir, elegir a quien puede servir a tus intereses.

2. Motivar al padrino, es decir, el padrino tiene que sacar algo a cambio, información, adulación, ascenso gracias al apoyo de los subordinados...

Ningún tonto se recupera de un éxito, y nada entraña tanto fracaso personal como el éxito cuando has sido elevado en tu puesto de trabajo hasta alcanzar tu nivel de incompetencia.

Y así comienza la insatisfacción en el mundo laboral con repercusión en la vida personal. Un empleado difícilmente se muestra contento al permanecer en su nivel de competencia: insiste en elevarse a un nivel que está más allá de sus facultades. Marx soñaba con una sociedad no jerárquica “de cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades”. Pero ahí está el error, para conseguir eso habría que mantener a cada uno en su nivel de competencia, pero como la tendencia es a escalar, todo queda en un sueño, y al final promociona la gente, se convierte en incompetente y en la mayoría de los casos, acaba irritado y estresado, pero no puede dar marcha atrás.

Hitler, consumado político, se convirtió en un pésimo estratega militar; Sócrates, filósofo por antonomasia, se convirtió en un abogado incompetente, cuando perdió su juicio y fue condenado a muerte; Marco Aurelio, gran filósofo y pésimo emperador; Platón fue convertido en esclavo por querer meterse a gobernante...

La insatisfacción y la infelicidad de las organizaciones se da entre los trabajadores por planificar su vida de cara a la escala en la jerarquía. Cuando escalas, te das cuenta que eso no es para ti, y te amargas... pierdes amistades entre los compañeros, que te ven con recelo, y como consecuencia te obligas a seguir escalando, es decir a ser más incompetente, y para ello utilizas la técnica del necio, adaptarse a la necedad, a los rituales, a las formas de la organización. La necedad triunfa.

Esto demuestra la claridad de las ideas de Peter al explicar sus observaciones, así como la validez de muchas de ellas. Así, por ejemplo, al referirse a una crisis política o económica, el principio de Peter dice:

1) Muchos de los expertos han alcanzado en la actualidad su nivel de incompetencia: su consejo es desatinado o irrelevante.

2) Algunos de ellos tienen teorías válidas, pero son incapaces de llevarlas a la práctica.

3) En cualquier caso, ni las propuestas sensatas ni las insensatas pueden ser puestas eficientemente en práctica, debido a que la maquinaria de gobierno es una vasta serie de entrecruzadas jerarquías, surcadas de incompetencia en todas direcciones.

Pero no solo podemos extraer explicaciones tan amplias como esta que, quizás, podamos pensar que simplifican en exceso una realidad actual. El escrito de Peter y Hull aterriza también en aspectos más específicos, que se acercan a nuestra experiencia digital:

La codigofilia inicial y digital consiste en una obsesión por hablar con letras y números en vez de hacerlo con palabras.

Este hábito está muy extendido y, aunque no siempre se puede relacionar con la causa que se describe (que lo trivial parezca importante), no deja de ser una barrera para comunicar adecuadamente.

A veces no nos damos cuenta que nuestros lectores, oyentes y clientes puede que no estén familiarizados con ciertos acrónimos, siglas o abreviaciones.

Ahora bien, esto no quita que en otros casos nos encontremos con discursos que lo único que hacen es despistar o desorientar a propósito para ocultar la simplicidad de ciertas ideas o acciones.

Fonofilia, papirofobia, archivofilia, estructurofilia, incompetencia computadorizada… son algunos otros conceptos descritos en el Principio de Peter que, lejos de convertirse en términos sin sentido, a veces esconden nuestros comportamientos más evidentes y notorios. De todos ellos podemos aprender mucho y deducir aplicaciones prácticas en nuestra vida personal o profesional que nos ayuden a alcanzar la competencia.

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