Los
que le conocían afirman que vivía la política con corazón, cabeza y pasión
LOURDES
LUCIO Sevilla - 16 MAY 2020
“Julio,
¿por qué no ves películas del Oeste, que ya sabes de antemano que
pierden los malos?”. Este era el consejo que le daba una y otra vez un amigo a Julio Anguita cada vez que el líder comunista cogía uno de sus frecuentes berrinches por asuntos políticos. Anguita (Fuengirola, Málaga, 78 años) se tomaba muy en serio la política, desde sus inicios como alcalde de Córdoba hasta al final, como miembro fundador de la plataforma ciudadana Colectivo Prometeo.
pierden los malos?”. Este era el consejo que le daba una y otra vez un amigo a Julio Anguita cada vez que el líder comunista cogía uno de sus frecuentes berrinches por asuntos políticos. Anguita (Fuengirola, Málaga, 78 años) se tomaba muy en serio la política, desde sus inicios como alcalde de Córdoba hasta al final, como miembro fundador de la plataforma ciudadana Colectivo Prometeo.
El
político andaluz grabó su último vídeo el pasado día 4 en el que daba a conocer
un manifiesto sobre la pandemia. Pedía “organizar colegiadamente el combate
político-cultural y la entente programática” para “impedir que quienes se
consideran dueños de un poder sempiterno reconstruyan la realidad a su imagen y
semejanza”. Es el Anguita de siempre, el que apelaba a plasmar por escrito un
programa que una vez aprobado era ley. “Lo de programa, programa, programa es
por algo, es lo concreto”, solía explicar.
Los
que le conocían afirman que Anguita vivía la política con corazón, cabeza y
pasión. Lo retratan como una persona con un carácter difícil, gran estratega,
pero sin cintura política. Y coinciden en un aspecto: no sabía distanciarse de
la política, le creaba una gran tensión porque la “metabolizaba”. Le pasó en
todos los cargos de responsabilidad política que ocupó y ahora también, cuando,
retirado de la primera línea, los dirigentes de Podemos le pedían documentos.
“No le hacen caso y se cabrea”, comenta un amigo. “Para él lo importante era
mantener la coherencia entre lo que se dice y lo que se aprueba, el programa, y
no negociar los principios en los que se cree”, señala Herminio Trigo,
exalcalde de Córdoba. “Para él sus principios eran los mejores”, añade.
Licenciado
en Historia y maestro, encabezó la candidatura del PCE en las primeras
elecciones municipales de 1979 en Córdoba. Logró ocho de los 27 concejales
entonces en juego, y formó una coalición con PSOE, UCD y PSA que lo situó como
primer y único alcalde comunista de una capital de España. Cuatro años más
tarde, Anguita arrasó y alcanzó la mayoría absoluta. Cuentan los que trabajaron
con él que como gestor dejaba mucho que desear, pero sí supo rodearse de un
buen equipo. “No puede decirse que en su mandato hubiera avances significativos
para la ciudad desde un punto de vista urbanístico o de desarrollo, pero
propició unos aires políticos completamente novedosos, muy participativos.
Córdoba fue pionera en el impulso del movimiento ciudadano o en el concepto de
servicio público”, afirma el periodista cordobés José Luis Rodríguez Aparicio.
El
Califa Rojo
Cambió
los nombres del callejero franquista, municipalizó el servicio de la empresa
autobuses urbanos y expropió el Gran Teatro. También puso mucho empeño en
dignificar el papel del Ayuntamiento y su independencia. Como alcalde
protagonizó varios pulsos con la Iglesia y con la Casa Real que le granjearon
el calificativo del Califa Rojo.
El
obispo cordobés de entonces, José Antonio Infantes Florido, se opuso y calificó
de “error histórico” la decisión municipal de ceder a una comunidad islámica el
antiguo convento de Santa Clara. En las crónicas de la época queda recogido que
Anguita le contestó: “Usted no es mi obispo, pero yo sí soy su alcalde”. En una
entrevista en el diario Cordópolis, en 2012, Anguita dice que sus palabras
textuales fueron: “Tómelo como una corrección de quien siendo su alcalde no
está bajo la autoridad de su ilustrísima”. Corría entonces el año 1981, fecha
en la que se produjo la intentona golpista del 23-F. Esa noche, Anguita marchó
hacia su despacho en la alcaldía y allí, con un revólver en el cajón, esperó
acontecimientos.
También
hubo polémica con los Reyes de España a los que invitó a inaugurar la nueva
sede del Ayuntamiento, aprovechando que don Juan Carlos y doña Sofía acudirían
a la apertura de los actos del XII centenario de la Mezquita de Córdoba. El
viaje se aplazó después de una fuerte polémica en la que Anguita culpó al
Gobierno de Felipe González de maniobrar para que los Reyes no estrenaran el
edificio. Anguita era republicano, pero, en aquella época de los ochenta, el
Rey le caía bien, como contaba al periodista Rodolfo Serrano en EL PAÍS. “A mí
este Rey me gusta. Me gustaría salir una noche de copas con el Borbón…”,
confesaba.
Dimitió
como alcalde en febrero de 1986, para ser candidato a la presidencia de la
Junta de Andalucía en las segundas elecciones autonómicas. Fue él, junto con
otros dirigentes del Partido Comunista de Andalucía (PCA) como Concha
Caballero, Felipe Alcaraz, Paula Garvín o Antonio Cerrato, los que plantean
crear un movimiento político que trascienda las siglas de los partidos. Ahí
surge Convocatoria por Andalucía, en la que se pretende aglutinar a todos los
colectivos situados a la izquierda del PSOE, y que poco después se plasmaría en
la marca Izquierda Unida. “Tenía el afán de la unidad de lo diverso en torno a
un programa basado en la alternativa al capitalismo”, afirma Alcaraz. “Él creó
Convocatoria por Andalucía, como un pegamento para atraer a más gente. En el
fondo es una constante histórica de este país de la que bebe Podemos”, explica
el excoordinador de IU Antonio Maíllo. “En junio, Julio”, era el lema con el
que se presentó a esos comicios donde logró mejorar los resultados del PCA, 19
escaños, 11 más que en 1982.
El
salto a la política nacional se lo desaconsejaron muchos. Antes había que
afianzar la organización andaluza, le advirtieron; pero otros le animaron a dar
el paso. Primero es elegido secretario general del PCE en 1988 y, un año más
tarde, coordinador general de IU en una asamblea en la que entró jurando y
perjurando que no daría ese paso y cuya candidatura formalizó después de una
larga noche con Herminio Trigo, su sucesor en la alcaldía, y Manuela Corredera,
su teniente de alcalde. Sustituía a Gerardo Iglesias en ambos cargos.
La
teoría de las dos orillas
Como
coordinador general, Anguita acuñó y puso en práctica la teoría de las dos
orillas: un imaginario espacio político en el que a un lado colocaba a PP y
PSOE, partidos para él siameses que defienden lo mismo; y en la otra, a IU, la
única fuerza de izquierdas verdadera. Su otra aportación, copiada del Partido
Comunista Italiano, fue la del sorpasso, según la cual IU debía poner todo su
empeño en sustituir al PSOE como fuerza hegemónica de la izquierda.
Con
esos mimbres combatió con dureza a los Gobiernos de Felipe González, que le
llevaron a mantener encuentros públicos y privados con el entonces líder del
PP, José María Aznar. Ambos coincidían en el análisis de la gravedad de la
situación en la que se encontraba el país, atenazado a mediados de los años
noventa, por la crisis económica y el desgaste político provocado por los casos
de corrupción. Esa concurrencia permitió al PSOE acuñar otro concepto político:
el de la “pinza”, que perjudicó más a Anguita que al líder del PP, como
reconocía en Abc en 2015: “Vi que el relato iba a funcionar porque se basa en
los argumentos de las películas de Morricone: el bueno, Felipe; el malo, Aznar;
el feo y traidor, Julio Anguita. Me convertí en el enemigo a batir, en la
bestia”, le contó a la periodista Marisa Gallero.
Con
Anguita como candidato, IU consiguió sus mejores resultados electorales: 17
escaños en 1989; 18, en 1993; y 21, en 1996. Como todos los coordinadores de
Izquierda Unida, Anguita también vivió graves crisis internas. La mayor fue la
expulsión de la corriente Nueva Izquierda de Nicolás Sartorius, Cristina
Almeida o Diego López Garrido por la negativa de IU a suscribir el Tratado de
Maastricht, que preveía la unión monetaria de la Unión Europea. Para Anguita el
Tratado de la Unión Europea vulneraba la Constitución española y no servía para
construir “Europa, sino para destruirla, porque no se hace solo con mercado y
moneda única, sino con una fiscalidad común, con un presupuesto común, con una
política exterior y de defensa común”.
Aunque
fue diputado en el Congreso desde noviembre de 1989 hasta el 5 de abril de
2000, renunció a cobrar la pensión que le correspondía como parlamentario y
optó por la de docente, mucho menor. Dejó la secretaría general del PCE en 1998
y dos años después la coordinación de IU. Anguita sufrió su primer infarto en
1993 y fue operado en dos ocasiones por problemas cardíacos, cuya experiencia
relató en el libro Corazón rojo. La vida después de un infarto. Su mayor golpe
lo sufrió con la pérdida de su hijo, el periodista Julio Anguita Parrado,
alcanzado por un misil en 2003 durante su cobertura para el diario El Mundo de
la guerra de Irak. El político cordobés recibió la noticia cuando iba a
intervenir en un acto en Getafe. “Malditas sean las guerras y los canallas que
las hacen”, dijo desde la tribuna.
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