Observen
el vuelo de la abeja. Va de flor en flor, hace sus libaciones.
Ustedes se enteran de que va a transportar en sus patas el polen de una flor al pistilo de otra flor. Eso leen en el vuelo de la abeja. En un vuelo de pájaros que vuelan bajo –se le llama un vuelo, pero en realidad es un grupo a cierta altura– leen que se acerca una tempestad.
Ustedes se enteran de que va a transportar en sus patas el polen de una flor al pistilo de otra flor. Eso leen en el vuelo de la abeja. En un vuelo de pájaros que vuelan bajo –se le llama un vuelo, pero en realidad es un grupo a cierta altura– leen que se acerca una tempestad.
Pero
ellos ¿leen acaso? ¿Lee la abeja que ella sirve para la reproducción de las
plantas fanerógamas? ¿Lee el pájaro el augurio de la fortuna, como se decía
antes, o sea, de la tempestad? Ése es el asunto. Después de todo, no se puede
afirmar que la golondrina no lea la tempestad, pero tampoco es seguro.
JACQUES
LACAN, «La función de lo escrito»,
El
seminario de Jaques Lacan. Libro XX: Aún, 1972-1973, texto establecido por
Jacques-Alain Miller, traducción de Diana Rabinovich, Demont-Mauri y Julieta
Sucre, Paidós, Buenos Aires, 1998
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