Papel
mojado - Revista Mongolia
Si
alguna vez Cataluña lograra la independencia, los nacionalistas deberían
agradecérselo al rey Juan Carlos I, a José María Aznar, a Rodrigo Rato, a Jorge Fernández Díaz, a Esperanza Aguirre…
agradecérselo al rey Juan Carlos I, a José María Aznar, a Rodrigo Rato, a Jorge Fernández Díaz, a Esperanza Aguirre…
No
solo porque sus posiciones intransigentes son a menudo una fábrica de
independentistas en Cataluña, sino también porque su huella es bien visible en
el Consejo de Administración del Grupo Godó, el medio clave en la creación de
una mayoría soberanista en Cataluña, sobre todo desde 2011, cuando La
Vanguardia empezó a editarse también en catalán y sintió que debía competir con
el independentistaAra.
La
manifestación independentista del 11 de septiembre de 2012 y el órdago
soberanista que le sucedió, con elecciones anticipadas incluidas, sería
incomprensible sin los poderosos medios del Grupo Godó jaleando la nueva agenda
de Artur Mas, que en los dos años que duró su primera legislatura concedió al
conglomerado de comunicación un mínimo de quince millones de euros y situó al
frente de los medios públicos a ejecutivos procedentes del grupo privado, en
teoría su principal competidor.
Con
la crisis financiera de El Periódico, controlado ahora por un consejero
delegado impuesto por La Caixa —e imputado por Bankia—, La Vanguardia se ha
quedado solo como medio de referencia. El diario, tradicionalmente de orden,
apoyó la deriva de Mas, y su escaparate de columnistas está copado por la intelligentsia
independentista. RAC-1, la radio del grupo, se ha consolidado como la primera
emisora de Cataluña con una línea abiertamente independentista y de exaltación
al proceso de ruptura.
La
gran paradoja es que esta conversión de La Vanguardia se materializó con un
Consejo de Administración del grupo copado por directivos muy próximos al poder
de Madrid y a los notables del Partido Popular.
El
diario El Mundo puso un gran empeño en subrayar la contradicción de que el
dueño del periódico clave que ha empujado hacia la nueva mayoría soberanista
sea precisamente el conde de Godó, Grande de España, distinción concedida por
el Rey en 2007. Godó es quizá el último de los editores y su familia mantiene
el control del grupo, con su hijo Carlos como consejero delegado y su hija Ana
también en el consejo.
Pero
la contradicción va en realidad mucho más allá.
El
director del diario, José Antich, es también consejero. Y fue nombrado en 2000,
apenas nueve días después de la mayoría absoluta de José María Aznar, por
sugerencia expresa de este, según coinciden todas las fuentes consultadas.
Otro
consejero de peso es Luis Conde, una de las personas más influyentes en
Barcelona, presidente de Seeliger y Conde, justo la empresa que contrató a
Esperanza Aguirre sin renunciar siquiera a la dirección del poderoso PP
madrileño, motor del sector más duro y neoliberal de todo el partido.
En
el Consejo de Administración tiene también asiento el financiero Joaquín Güell
Ampuero, uno de los magníficos de Lazard que abrieron las puertas a Rodrigo
Rato para que pudiera salir en puente de plata el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y regresar a Madrid. Güell Ampuero es también socio del ex vicepresidente
económico en la empresa Paracuga, creada por varios de los magníficos de la
poderosa boutique de inversión.
Y
Enrique Lacalle, dirigente del PP de la máxima confianza del ministro del
Interior, Jorge Fernández Díaz, el hombre encargado durante años de engrasar la
maquinaria del PP catalán y particularmente del clan fernandista, muy asociado
a Antich. En 1997, cuando trascendió que el financiero Javier de la Rosa había
efectuado pagos al PP, Lacalle admitió haber sido receptor de fondos. Y lo
justificó con una frase que se hizo célebre y que nunca tuvo la más mínima
consecuencia: «Todos los partidos han pasado el platillo», proclamó.
A
finales de la década de 1980, el fernandismo había convertido al PP catalán
prácticamente en una sucursal de CiU, que había llegado a acudir al rescate de
la rama catalana del partido conservador español ante apuros financieros
puntuales. Entonces, el secretario de Organización de Convergència era Josep
Caminal, dirigente de la máxima confianza de Miquel Roca y como este adscrito
al sector más proclive a involucrarse en la gobernación de España. Caminal, que
luego dirigió el Liceo, también es consejero del Grupo Godó.
El
consejo se completa con Bartolomé Masoliver, muy vinculado a Isidro Fainé y a
La Caixa. El jurista es miembro del bufete Brugueras, García-Bragado y
Molinero, fundado por el secretario del Consejo de CaixaBank y que asumió la
defensa de Iñaki Urdangarín. Masoliver preside el Comité Catalán del Club de
Roma, que para el conjunto de España dirige Fainé.
El
Grupo Godó fue clave para calentar la olla a presión soberanista. Hasta que la
alta temperatura amenazó con convertir el Consejo de Administración en una
sauna.
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