Cuatro
hijas y un hijo escriben en su Día a su madre, que ya no está con ellos
El
Diario Montañes - ISABEL IBÁÑEZ, 3 mayo 2020
Un
crítico de cine de cuyo nombre no logro acordarme escribió una vez
sobre 'Los puentes de Madison' que después de ver la película todos los maridos deberían correr a besar a su esposa. Se me quedó grabada la frase, allá por 1995, aunque no el autor. Después de leer estas cartas de amor para celebrar el Día de la Madre, es muy posible que le entren unas ganas irrefrenables de abrazar a la suya, si es que aún tiene la suerte de disfrutarla, aunque sea de lejos en este confinamiento... Y si ya no está, haga como las hijas e hijo de este reportaje; las perdieron en diferentes momentos, unos hace años, otros no tanto, y alguna, muy recientemente, por culpa del dichoso virus, sin despedida, abruptamente. Ante estas infinitas ausencias, han querido dedicarles unas líneas en este simbólico día. Atrévase, verá que es terapéutico. Leyéndolas, una cosa queda clara, el poder de la palabra madre, ama, mare, naiciña, mamá... dicha, gritada, susurrada, llorada... como cuando éramos niños. Alivia. También escrita, como en estas cartas llenas de cariño y belleza. Atrévase.
sobre 'Los puentes de Madison' que después de ver la película todos los maridos deberían correr a besar a su esposa. Se me quedó grabada la frase, allá por 1995, aunque no el autor. Después de leer estas cartas de amor para celebrar el Día de la Madre, es muy posible que le entren unas ganas irrefrenables de abrazar a la suya, si es que aún tiene la suerte de disfrutarla, aunque sea de lejos en este confinamiento... Y si ya no está, haga como las hijas e hijo de este reportaje; las perdieron en diferentes momentos, unos hace años, otros no tanto, y alguna, muy recientemente, por culpa del dichoso virus, sin despedida, abruptamente. Ante estas infinitas ausencias, han querido dedicarles unas líneas en este simbólico día. Atrévase, verá que es terapéutico. Leyéndolas, una cosa queda clara, el poder de la palabra madre, ama, mare, naiciña, mamá... dicha, gritada, susurrada, llorada... como cuando éramos niños. Alivia. También escrita, como en estas cartas llenas de cariño y belleza. Atrévase.
Carta
de Mónica a su madre, Margarita (Navarra)
Me
encantaría poder llamarte y decir de nuevo: ¡Mamá!
Querida
mamá, me ha costado 14 años escribirte unas palabras, todavía me produce un
escalofrío pensar en aquel pasillo largo y oscuro que recorrimos juntas
abrazadas después de aquella cita médica en la que te dijeron con buenas
palabras que la vida se te acababa. ¡Qué duro vivir aquel año! ¡Qué duro
acompañarte en ese camino de degradación física que sufriste! Y, sin embargo,
¡qué feliz me siento a la vez por haberte podido acompañar!
Sabes,
ahora algunas personas están muriendo solas. ¡Qué triste, qué dolor! Sin
embargo, yo tuve la suerte de poderlo hacer contigo. Cuando repaso ahora los
mejores momentos de mi vida, uno de ellos es haberte acompañado en ese camino
del final de tu vida. ¡Qué lección nos diste! Viviste tu enfermedad con
entereza, con optimismo en que aquello no podría contigo... Sin una queja...
Recuerdo que cuando te estaba naciendo de nuevo el pelo y salía blanco, me
dijiste: «Yo no me lo voy a dejar blanco, en cuanto salga todo me lo tiño»...
No dio tiempo. Pero tú no te rendías a que eso fuese el final...
¡Cuántas
veces he echado de menos marcar tu teléfono y pronunciar la palabra MAMÁ...
Ahora yo soy mamá y, qué curioso, a partir del momento en que lo fui, todavía
pienso más en ti. En la pena que me da que no conocieses a tu nieto. ¿Quién te
iba a decir que yo tendría un hijo, eh?... Aunque ya sé que de alguna forma le
conoces. Cuando le daba pecho, de bebé, y de repente se soltaba del pezón y
miraba como si hubiese entrado alguien, yo sabía que te miraba a ti... que tú
nos acompañabas.
Querida
mamá, hoy es el Día de la Madre. Me encantaría llamarte y poder decir de nuevo:
¡Mamá! Cuánto te necesito todavía y qué afortunada he sido de ser tu hija...
¡Felicidades, mamá!
Carta
de Mari Carmen a su madre Sagrario (Cantabria)
Mamá,
¿quedamos en Berria o en San Martín?
El
verano comienza cuando quedamos todas juntas en la Playa de San Martín. Como
cada año, vuelve nuestra rutina estival. Cuatro generaciones de mujeres
haciendo lo mismo que tú. Siguiendo tus pasos. Pasear, bañarse y leer. Por ese
orden. Rodeada de tus hijas, tus nietas y tus bisnietas. Después, a comer en el
Chili: sardinas, jibiones fritos y ensalada. ¡Qué más se puede desear!
A
la tarde, con la marea alta nos volvemos a la playa. Es el momento de las
historias.
—«Mamá,
cuéntale a las niñas lo de Juanillo».
—«Veréis,
yo estaba aquí mismo en la playa con mi madre, mojándome los pies, los tenía
muy hinchados, estaba a punto de tener mi segundo hijo. De repente pasó por
delante de mí un niño arrastrado por la corriente que no podía salir. Era
Juanillo. Sin pensarlo dos veces me tiré a por él. Mi madre empezó a chillar. —¡¡Sagrario
estás loca. Ayuden a mi hija por favor, está embarazada!!—. Cuando llegué hasta
el niño, estaba muy cansado. Tranquilo —le dije—, vamos a salir poco a poco,
los dos juntos. Le sujeté por el pecho y nos dejamos llevar, pero corrigiendo
la trayectoria hacia la orilla. Y así llegamos a hacer pie y salir andando. El
niño tenía 12 años. Juanillo es hoy un hombre que sale a la mar, sin miedo,
pero con respeto. Desde entonces, todos los años cuando sabe que estoy en casa,
me trae pescado fresco».
Fue
la última vez que contaste esa historia. Era un día perfecto, si no fuera
porque el agua estaba fría y porque esa misma noche te fuiste. Sin despedirnos.
Un agujero negro se me abrió en el alma. Al cerrar los ojos me veía acurrucada
en la oscuridad, agarrada a mis piernas y con la cabeza entre ellas. Para no
ver. Para que no me vean. Encapsulada, igual que una crisálida. Cuando avanzo
mis manos, veo las tuyas. Cuando camino, mis expresiones, mis gestos, mis
arrugas son las tuyas. Después de siete años, esa crisálida va saliendo poco a
poco. Me estoy transformando en ti. Te quiero.
Mª
del Mar, a Ángela. Granada
Te
recuerdo, mamá, con tu moño a la italiana y tu luz permanente...
A
mamá. A tu dulce sonrisa, a tu tierno cariño, a tu especial cuidado, a tu
amoroso gesto. A tu incondicional entrega, a tu continuo sacrificio, a tu
comprensión infinita, a tu apoyo amoroso. A tu silencio sereno, a tu mirada
bondadosa, a tu beso de flor, a tus manos maltratadas. A tu belleza de niña, a
tu alma de ángel, a tu amor a papá, a tu amor a tus hijos, a tu amor a los
demás. A tu lucha incansable, a tu cuerpo quebrado de dolor y pesar, a tu
inmenso dolor y tu sonrisa a pesar. A tu pena y a tu alma, a tus deseos sin
realizar, a tu recuerdo alegre de los días en el hogar. A una estrella que
brilla y me observa llorar y me observa reír, y me ayuda a soñar y me ayuda a
lograr, y me ayuda a ser y me ayuda a sentir, y me ayuda a vivir… Y a una nube
en el cielo, y una lágrima más, a la MUJER que fue y es, a mi madre, a mamá,
a... mi mamá. Te recuerdo, mamá, por tu sencilla elegancia, siempre con faldas
estrechas y tacones de aguja, tu moño a la italiana y tu luz permanente. Y cómo
olvidar tu infinita paciencia con tus hijos, siempre viviendo para nosotros. Y
nunca, nunca he vuelto a probar en ningún sitio tu exquisita cocina, que
compartías con papá, y que estará ahora contigo.
Idoia
escribe a Mercedes. Bilbao
Te
me has ido solita y lo siento en el alma. Me quedo con los años que hemos
pasado juntas.
Mi
querida ama: Te me has ido, solita, sin avisar. Siento en el alma no haber
podido estar contigo. Pero me quedo con todos los años que hemos pasado juntas.
Hemos sido una bonita familia junto a aita. Nos hemos divertido y reído.
Siempre
recordaré tu valentía, incluso cuando ya te habías quedado sin vista. Has sido
imprescindible para la gente que te rodeaba, dispuesta a ayudar a todos de una
forma u otra cuando se te necesitaba. En los últimos tiempos, la ayuda la has
necesitado tú, y ahí hemos estado todos juntos guiándote el camino para que
nunca te sintieras sola.
A
pesar de todo, las circunstancias no han sido las mejores, porque sí, porque la
vida no es siempre todo lo justa que nos gustaría. Te has acabado yendo sola,
como nunca lo habrías querido ni imaginado. Solo espero que, aunque no hayamos
podido estar junto a ti en estos momentos, nos hayas sentido igual de cerca que
nosotros a ti.
Ahora
estás en paz, te llevaremos toda la vida en nuestro corazón y te vamos a echar
muchísimo en falta. Danos fuerzas para seguir este camino sin ti. Te queremos.
Canción
'La Grieta', escrita por Goio para María. Bilbao
Ahora
sé que estás justo aquí, tú en mí y en ti yo.
La
grieta se abrió y el mundo se partió en dos, en dos...
Las
cosas cayeron adentro una tras otra, como sin alma, como sin cuerpo...
Unas
se rompieron y otras no lo hicieron, pero todas cambiaron, todas cambiaron...
Y
nada quedó ni en un lado ni en el otro, sólo tú allí y aquí yo...
¿Qué
hacer?, ¿qué hacer?...
Lloré
primero, de nada sirvió, recé después y de nada sirvió.
Corrí
en busca de un puente y de nada sirvió, cerré los ojos y sellé...mi corazón, mi
corazón...
De
pronto, del fondo del abismo, una voz llegó y alta y clara así se pronunció:
«No,
no va a dejar la rueda de girar. No, no hay vuelta atrás, la grieta no se
cerrará.
Si
te quieres acercar a lo que está más allá, dentro de ti deberás mirar. Sólo así
lo podrás encontrar»
Poco
a poco el llanto cesó y cesó la oración.
Comencé
a caminar y sonreí, casi feliz, casi feliz...
La
grieta a un lado al otro yo, abiertos los ojos, abierto el corazón.
Ahora
sé que estás justo aquí, tú en mí y en ti yo.
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