La mascota fiel (Facebook) (24.05.2020)
Autor:
Ruly Guerrero.
Todo había salido muy bien. Un poco tarde, pero por fin había cerrado el
trato
en que trabajé por un buen tiempo. Ya eran más de las once de la noche. No
importa. Cuando te va bien en los negocios el tiempo es lo de menos. Ya camino
a casa prendí el radio y entoné la canción que estaba sonando. En verdad me
sentía muy bien. Quise tomar un camino alterno, pasando por un barrio poco
transitado pensando que por ahí llegaría más rápido a mi casa. Al tomar la
desviación en una esquina vi echado a un perro pastor alemán. Al ver las luces
del coche se levantó y empezó a ladrar brincando alegremente como si me
conociera. Detuve el auto a un lado del camino y cuando bajé corrió hacia mi
amigablemente. Al inclinarme un poco para acariciarlo note que tenía una placa
de propiedad con su nombre y dirección. Subí a mi vehículo para consultar en el
mapa y vi que su casa no estaba lejos de ahí. Me extrañó que anduviera solo a
esa hora de la noche si tenía dueño. Por un momento pensé en quedármelo pues se
notaba que era muy cariñoso y además a su dueño tal vez no le importara su
mascota. Lo subí al auto y bajando el vidrio de la ventana del lado de mi nuevo
amigo me puse en marcha pensando todavía que haría con él.
Cuando
pasamos por la calle que tenía su dirección, empezó a ladrar muy inquieto
volteando hacia mí lamiéndome la cara para voltearse de nuevo y volver a
ladrar. Después de todo pensé que debía querer mucho a su dueño como para
acostumbrarse a uno nuevo. Bajé la velocidad y tomé la calle para buscar el número
de la dirección, después de todo era lo más correcto entregarlo a su
propietario. Apenas entre a la calle apareció un hombre de muy mal aspecto.
Flaco, pálido, con el pelo largo todo desordenado y la barba de muchos días sin
afeitar que se quedó mirándome mientras pasaba a su lado. Pasé sin prestarle
atención mientras mi compañero le gruñía nervioso. Seguramente era de esas
personas en situación de calle.
Pocos
metros adelante encontré la dirección de la fiel mascota. Apenas detuve el auto
brinco por la ventana para correr a la puerta y empezar a rasguñarla para que
le abrieran. Mientras por el espejo retrovisor vi que el hombre que había
ignorado caminaba lentamente hacia mí. Me bajé presuroso del coche para tocar
el timbre. Toque varias veces sin obtener respuesta.
El
perro empezó a ladrar furioso cuando vio que el tipo estaba a mi espalda.
Cuando volteé sacó de entre su ropa un puñal para agredirme. El valiente animal
se abalanzó sobre él, iniciando una feroz lucha. Intentando ayudarlo, en un
descuido del maleante lo tomé de espaldas por el cuello. Al defenderse del
doble ataque, el malhechor logró herirme con su arma en el antebrazo lo que me
obligó a soltarlo. Enfurecido el perro siguió atacándolo mientras yo trataba de
parar la sangre de mi herida.
Ante
el escándalo algunos vecinos prendieron sus luces. Alguno de ellos ha de haber
llamado a la policía. Al oír las sirenas el maleante echo a correr presuroso
seguido por el embravecido perro que no dejaba de atacarlo. En pocos minutos
llegaron las patrullas.
Después
de explicarles la situación volvieron a tocar el timbre de la casa sin obtener
respuesta. Al estar inspeccionado un oficial notó que el vidrio de una ventana
estaba roto entrando por ella mientras que otra patrulla llegaba con el
agresor. Después de un par de minutos el oficial que había entrado por la
ventana salió presuroso diciendo que adentro había un hombre herido desangrándose.
Inmediatamente pidieron una ambulancia que llegó minutos más tarde atendiéndonos
de inmediato. Un paramédico le informó al oficial en jefe que de haberse
tardado unos minutos más el hombre de la casa habría muerto desangrado.
Estando
ya en el hospital recuperándonos, nos informaron que el malhechor había
confesado que había entrado a robar y que al verse descubierto agredió al dueño
de la casa y que cuando vio que estaba yo tocando el timbre pensó eliminarme
también a mí.
Al
día siguiente ya repuesto, fui al cuarto de junto a despedirme del dueño. Me
agradeció estrechándome la mano y preguntándome porqué había ido a su casa a
esa hora. Le dije que a devolverle a su mascota. Sorprendido me preguntó que
cuál mascota. El pastor alemán le respondí:
—Debe de estar equivocado. Yo no tengo ninguna
mascota —Me dijo.
—¿No
tiene un perro con tal nombre? —Le cuestioné —Lo encontré en tal calle y en su
placa tenía su dirección, así como su nombre.
Con
trabajo logró inclinarse y lo que me dijo me dejó helado.
—El
perro que usted me dice era mío. Pero lo atropellaron hace tres meses ahí donde
dice usted que lo encontró.
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