De
pronto me siento vivo, con ganas de moverme, me entra un nerviosismo,
una inquietud que no puedo controlar. No sé dónde estoy. Toda ante mí está oscuro, es una oscuridad total, tenebrosa.
una inquietud que no puedo controlar. No sé dónde estoy. Toda ante mí está oscuro, es una oscuridad total, tenebrosa.
Me
digo a mi mismo: tranquilidad, serenidad, calma. Todo tiene una explicación. No
hay nada porque preocuparse. Esto es pasajero, puede, incluso que te estén
gastando una broma.
—Eso,
eso. Esto es una broma de mal gusto, pero pronto terminará y todo volverá a su
ser, a la normalidad absoluta.
Me
vuelvo a repetir, que tengo que estar tranquilo y sereno. Pensar un poco. —Eso,
eso. Pensar. Venga pensemos que puede ser todo esto.
Mejor
dicho. Me relajo por un momento y me digo: ¡Vamos a recordar! —Eso, eso. Vamos
a recordar el último instante.
Me
salta como un resorte, una pregunta, ¿Dónde estoy?
Pero
me vuelvo a decir, otra vez, ¡Tranquilo! ¡Tranquilízate! Te estás aturullando
con tantas preguntas e interrogaciones.
Antes
de nada, pensemos. Venga, vamos a hacerlo.
¡Uuuh...!
¡A ver! ¿Qué es lo último que hice? ¿Qué puedo recordar? ¿Dónde puedo estar?
¡Ojo!
No hay que empezar hacer preguntas a lo loco, primero una, luego otra, y así...
sucesivamente. Qué no tenemos o no encontrarnos respuestas, pues entonces, nos
volvemos a reformular la pregunta. ¡Eso es bastante bueno!
Por
cierto... ¡Uuuh! En eso que, intento mover los brazos y no puedo, no los
siento. Empiezo a alarmarse. Nada, nada, los tendrás entumecidos por la postura
en la que te encuentras. —Eso, eso. ¡Seguro!
En
esto que intento mover los pies. ¡No puedo! ¿Qué me pasa? No hay que alarmarse,
me digo. Tranquilidad. No pasa nada de nada. Es la postura, se me habrá dormido
las piernas, por eso no puedo moverlas.
—¡Ves!
Todo tiene una justificación, una explicación. Busquemos respuestas, en vez de
tantas preguntas. —Eso, eso. Es lo mejor...
Dejemos
a un lado tantas preguntas, que por lo que vemos no tenemos respuestas ahora, y
centremos en recordar. —Eso, eso. Recordemos.
¡Uuuh…!
¡Ya está! Yo, iba conduciendo mi coche, era de noche, una oscuridad cerrada.
Circulaba por una carretera local, de esas estrechas y con muchas curvas. Sin
iluminación. ¡Sí, sí, es verdad!
Estaba
pendiente de una llamada; Lola, mi mujer, la habían ingresado en el hospital
por urgencias, hacia una hora, por eso me había echado a la carretera de noche.
¡Es verdad!
Ya
voy atando cabos. Venga sigamos. Estaba muy nervioso por lo del hospital. No me
gusta conducir de noche y menos así, en una carretera de tantas curvas y mala.
Con una noche cerrada como ésta. De pronto y sin esperarlo… Entro en una curva
muy cerrada, suena el teléfono. Y…, El teléfono suena, sigue sonando, no para
de sonar, lo cojo. Y..., Pow!, Puf!. Bam!. Zoom! Plas!. Pum!. Krunch!.
Ya
no se oye nada, no se ve nada, todo está tranquilo, en calma, y, sobre todo, silencio.
Mucho, pero mucho silencio. Más y más silencio. Todo está quieto. Ya no oigo
nada, nada, nada…
bayekas
No hay comentarios:
Publicar un comentario