Son
las tres de la noche, todo es silenció, es quietud. Nada se mueve, nada
se oye. Estoy sentado en el sofá, nada ilumina la estancia excepto la luz del exterior, gracias a eso puedo ver en el cuarto.
se oye. Estoy sentado en el sofá, nada ilumina la estancia excepto la luz del exterior, gracias a eso puedo ver en el cuarto.
Es
una noche como tantas otras, pero la verdad que, aunque es igual que las demás,
ésta tiene un toque especial para mí, me está haciendo recordar, ver imágenes
del pasado que tenía olvidadas.
Sigo
quieto, sentado, en silencio, sin emitir ningún sonido, ni tan siquiera hablar
conmigo mismo, como otra vez. Hoy, esta noche, sólo quiero recordar, llenar mi
mente del pasado, de personas que ocuparon por aquél tiempo una parte de mi
corazón. Recordar esos seres queridos que ayer estaban, se movían, me hablaban.
Hoy
cuando aparto esas imágenes del recuerdo por un momento de mi cabeza, veo el
vacío, no hay nada, no hay nadie, no están esas personas que hace unos minutos
conversaba con ellos en mi cabeza. Hoy, ahora, sólo es silencio, quietud.
La
verdad es que me esfuerzo en mantener sus imágenes delante mía, el silencio de
la noche lo propicia, pero se van, se alejan de mí. Por más que imploro que se
queden, que me esfuerzo para tenerlas conmigo, en este preciso instante se
alejan más y más, es imposible retenerlas.
Al
final cansado de todo y con la tranquilidad de la noche, y protegido por su
oscuridad; me envuelve un manto que poco a poco me obliga a cerrar los
ojos. Quiero mantenerlos abiertos, me
agito, me revuelvo, pero es imposible. Me está venciendo. Puede conmigo.
Noto
su abrazo cada vez más fuerte, más estrecho, más se cierra en mi contorno; su
paz, su silencio me absorbe. El sueño me ha cubierto. Hoy, esta noche, he
sucumbido al abrazo del sueño placentero y relajador que tanto echaba de menos.
Antes
de que todo sea oscuridad, hago un último esfuerzo para pronunciar las dos
últimas palabras del día de hoy:
¡Hasta
mañana!
bayekas
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