El
histórico líder de Izquierda Unida reivindicó en una conversación con EL
PAÍS “el papel profético de la izquierda”, porque el profeta, decía, era aquel que avisaba de lo que iba a pasar, aunque después sufriera las consecuencias
PAÍS “el papel profético de la izquierda”, porque el profeta, decía, era aquel que avisaba de lo que iba a pasar, aunque después sufriera las consecuencias
PABLO
ORDAZ 16 MAY 2020
Aquella
mañana de agosto de 1991, el ánimo de Julio Anguita era el que muestra el
retrato de Rodríguez Aparicio. Sentado a horcajadas en el sillón de su casa de
Córdoba, en mangas de camisa, con la atención puesta en aquellas frases que,
más que un titular, buscaban una inscripción en mármol bajo su efigie de califa
o de profeta. Anguita, que en aquel momento aún no había cumplido 50 años, ya
había sido alcalde de Córdoba y se había convertido en un referente de la
política española. Como se puede comprobar en la entrevista, el entonces
coordinador general de Izquierda Unida pertenecía a aquella vieja generación de
políticos que no veían en las preguntas de un periodista una amenaza, sino una
oportunidad para explicarse. Comunista y a mucha honra, profeta si era
menester, Julio Anguita acaba de cumplir lo que prometió aquella mañana de
verano.
Lea
a continuación la entrevista completa, publicada en la edición impresa de EL
PAÍS el 16 de agosto de 1991:
“Me
moriré siendo rojo”
Los
profetas eran gente de izquierda. Lo reivindica Julio Anguita, y añade: “El
profeta no era un loco era alguien que decía: ‘Ojo’. Y lo mataban. Luego
ocurría lo que había dicho, y si no le habían hecho caso aparecía el fascismo”.
Y así recuerda el coordinador general de Izquierda Unida una profecía
particular, coetánea a la desaparición del muro de Berlín: “Se acordarán”,
amenazó. Ahora, con los albaneses reclamando al capitalismo el trozo de ‘pizza’
prometida, Julio Anguita sentencia: “González, Andreotti y Kohl levantarían el
muro otra vez”. Sobre la Córdoba de los Omeyas divaga una afirmación rotunda
del califa en la diáspora: “Me moriré siendo rojo”. Profeta rojo, en cualquier
caso.
Pregunta:
¿Por qué guarda usted silencio ante las dos posiciones enfrentadas en el seno
del PCE, entre quienes desean mantener la tradición comunista y quienes por el
contrario, apuestan por elaborar una nueva izquierda?
Respuesta:
Es que yo no sé por qué existe esa polémica, en la que participan gente del
partido y de fuera, como si fuera una necesidad histórica para este país que el
PCE desapareciera. Y yo les digo: ¿cuáles son los crímenes del PCE? ¿Que han
caído los regímenes comunistas? Bien, precisamente los regímenes que nosotros
censuramos. Luego, lo que constituye un triunfo teórico y político del Partido
Comunista no puede, en ninguno de los casos, constituir su fracaso.
P.
Pero ese debate está abierto. Y conforme se acerca el 13º congreso las
posiciones se endurecen.
R.
Sí, pero el debate no está en el PCE. El problema en el fondo es qué clase de
Izquierda Unida va a salir después de los debates. Y yo la IU que quiero es la
que se aprobó en la segunda asamblea general. Yo no estoy de acuerdo con una
nueva fuerza política, y que sea nueva porque sea la última que se apunte en el
registro. No, no, no. Aquí lo que hay que cambiar es la forma de hacer
política.
P.
¿Y esa nueva forma de hacer política se va a seguir llamando Partido Comunista
de España?
R.
Por qué no. Es que si nosotros cambiamos el nombre estamos abjurando de nuestra
historia. Y yo me siento orgulloso de nuestra historia. Además, si renegamos
del pasado estamos concediendo al adversario ideológico una baza, y a mí no me
da la gana de entregar esa baza. Yo soy comunista del PCE y me siento muy
orgulloso. Hablando de democracia, de participación y de transparencia siento
que estoy en un partido capaz de darle clases a todos los demás. ¿Desaparecer
yo? Por favor.
P.
Entonces, ¿se sigue usted sintiendo orgulloso de ser comunista?
R.
Me sigo sintiendo orgulloso de ser comunista y de ser del PCE, de las dos cosas
[se repite, deletreando, saboreando casi cada una de las tres letras que forman
las siglas]. Del P-C-E. Lo siento, pero no soy comunista a la defensiva, sino a
la ofensiva, y muy a la ofensiva. Cuando quiera nos sentamos a debatir los
derechos humanos o la derecha.
P.
En cualquier caso reconocerá que en la apreciación colectiva el comunismo no
significa ya lucha por los derechos de los más desfavorecidos, sino fórmula
política en declive.
R.
Decir comunista sigue siendo lo mismo. Por eso estoy dentro de un partido que
se enfrentó a la Unión Soviética. Y sobre todo, los comunistas nos preguntamos:
¿democracia qué es, votar cada cuatro años? Eso es mentira, eso es un remedo,
una mala copia, una traición a la expresión democrática. ¿Economía de mercado?
¿Y eso otro qué es sino el nombre edulcorado que le han puesto al sistema
capitalista?
P.
¿Usted garantiza entonces que del próximo congreso el partido saldrá llamándose
PCE?
R.
Yo no garantizo nada. A veces me llaman el junco: puedo discutir de la
estrategia pero nunca cedo sobre mis principios. Voy a combatir por el PCE.
P.
¿Cuál es en 1991 la principal utopía?
R.
La lucha por los derechos humanos de todo el planeta, la búsqueda de otro
horizonte. Ahí está el debate.
P.
¿Incluso en Cuba?
R.
Cuba lo tiene difícil. Aunque hay un rayo de luz cuando en las entrevistas que
han tenido lugar en Moscú ha habido una diferencia entre Bush y Gorbachov.
Abandonar Cuba hoy sería una indignidad. A todos los demócratas españoles, para
todos los progresistas, abandonar Cuba sería una traición. Si se quiere que
Cuba avance hay que decirle a los adversarios: en los otros derechos humanos,
en los otros, Cuba está muy por encima de los demás países, incluido México. En
los derechos humanos de libertades formales, no. Solución: ayúdese a Cuba,
desbloquéesele. Permítasele que entre en el mercado mundial, y así se irá
incorporando a la normalidad.
P.
Es como mínimo curioso que usted no renuncie al marxismo cuando Gorbachov y el
PCUS lo han hecho.
R.
Creo que Gorbachov no ha renunciado al marxismo, porque eso sería renunciar a
una parte muy importante de su instrumental teórico. Marxismo no es Marx,
marxismo es Marx y todo lo que ha venido después.
P.
¿Cuál es, a su juicio, el principal error de Gorbachov?
R.
Hasta los años setenta y tantos hay un éxito en la URSS de ocupación de bienes
de servicio y desarrollo industrial. Ocurre que cuando empieza la tercera
revolución industrial el PCUS es un partido anquilosado, dogmático, con un
catecismo en vez de teoría, con una clase política corrupta, incapaz de adecuar
el sistema a los nuevos tiempos. Y es entonces cuando se vienen abajo. Quizá,
contestando a la pregunta, la imputación más grande es que Gorbachov no ha
sabido crear un hombre nuevo.
P.
Cuando cayó el muro de Berlín, usted se sustrajo a la alegría general. Incluso
llegó a realizar una fatal advertencia.
R.
Así es, todo el mundo echó las campanas al vuelo y yo dije: “Se acordarán,
porque el muro se ha caído para todos”. Y anda que no es verdad. Si todavía
pudieran, Andreotti, González y Kohl, y todos los demás, levantarían el muro de
nuevo. Porque ahora tienen que dar respuesta a los miles de emigrantes que
llegan seducidos por la imagen que presenta el capitalismo. Yo he estado con
húngaros que vivían muy bien pero que, además, querían tener coches. Y cuando
un gilipollas de dirigente, y digo gilipollas, me dijo: “Ya hasta tenemos
atascos en Budapest”, yo le dije: “Tú lo que eres es un gilipollas”.
P.
¿Cree usted que detrás de las posiciones en defensa de la disolución del PCE
está un intento encubierto de incorporación al PSOE?
R.
Yo no puedo aseverar eso. No quiero atribuirle presunciones a nadie. Es más,
recuerdo una famosa conversación que tuve con Enrique Curiel en la que me dijo:
“Yo desde luego tengo una cosa clara, nunca me iré al PSOE”. Y yo le respondí
que nunca lo había pensado, y que nunca, además, podía pedirle que no se fuese.
Escusatio non petita, acusatio manifiesta.
P.
¿Son precisamente las que hablan de disolución?
R.
Hoy hay un debate en la izquierda que a mí, francamente, me hace sonreír. Cómo
es posible que el nuevo partido surgido del PCI no tenga un mínimo documento
económico. ¿Cuál es el horizonte del PDS, por qué combate? Cuando sale un nuevo
partido de izquierda tiene que fijar cuáles son los ejes de su visión del
mundo, aunque no lo consiga nunca. Todo lo demás es camelo semántico,
hojarasca, farfolla, paja, volutas, hojas de acanto...
P.
Con tantas previsiones sobre lo que ha de venir no es extraño que le acusen de
profeta o de iluminado.
R.
Lo que pasa es que soy un hombre de iniciativa. Y ahora, cuando han pasado los
años, que me demuestren que me he equivocado. Que me digan qué es lo que ha
pasado con el PCI, con la guerra del Golfo, con el 14 de diciembre, con el
debate italiano.
P.
¿Profeta rojo, entonces?
R.
La gente se asusta cuando se le dice rojo. En una época de Coca-Cola light, de
vida light, y de lo otro light, la vida no es vida, es vidita. No existe pasión
por las ideas. Es una época, no obstante, que pasará. Se está gestando una
revolución, y me refiero al pensamiento. Yo no sé si el fascismo va a crecer,
pero ojo, el fascismo es un zarandeo, y la revolución otro que viene después.
Esta sociedad acomodaticia sobre un volcán será arrasada. Yo reivindico el
papel profético de la izquierda. El profeta no era un loco, era alguien que
decía: “Ojo”, y lo mataban. Pero luego ocurría lo que había dicho, y si no se
le había hecho caso aparecía el fascismo. Y luego somos los rojos los que nos
echamos al monte para defender las libertades. Para mí ser rojo es una apuesta,
una visión del mundo. Me moriré siendo rojo. Y además, nunca me he comido un
niño.
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