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viernes, 15 de mayo de 2020

Virgencita, virgencita, que me quede como estoy… de presidenta (15.05.2020)

Virgencita, virgencita, que me quede como estoy… de presidenta (15.05.2020)
Por Karmele Marchante 14 de mayo de 2020

Así sueña por dentro la ínclita presidenta de la Comunidad de Madrid. En
blanco y negro. Y por fuera de negro riguroso. Ella es la viva reencarnación de la niña del luto. Hasta sus guantes son de cuero negro, como los de Carmina Ordóñez en la Plaza de Oriente. Hermanadas por el gusto a la fama, el amor desenfrenado por las mentiras y los lujos de las cosas pagadas. Para las mujeres muy de las derechas la estética es importante y ellas, amén de su fuerte parecido físico, comparten cada una desde sus esquinas vitales, la megalomanía ante una cámara.

Nuestra doña de negro mira los fogonazos con ansias de lujuria santificada. Me divierte observar que cuando está en estado de reunión con las personas que conforman su Gabinete y entra la prensa para dar fe de que tales cosas existen, aunque luego sean fuegos fatuos, Isabelita congela su sonrisa y da cuerda a sus pupilas. Se gira y mira. La mala copia de su Vicepresidente Aguado, la imita.

Isabelita es de ideas fijas pero volátiles. Ahora le da por decir que todas las izquierdas están contra ella. Se siente incomprendida y atacada por esas fieras sanguinarias. Necesita una coatching-psicóloga-robota que le diga cada día desde la hora del Ángelus hasta el rosario de las 17,00 en punto “Isabelita desdeña a esas hordas comunistas casposas y se tú. Da lo mejor de ti siempre”.

Y pasa lo que pasa, la patética D en una radio amiga, el piso de 6.000 euros de Kike Sarasola, las fotos a traición en un funeral por esas víctimas que tanto dolor le causan, unas instantáneas confusas que la equiparan a un paso de S.S. ante la Opinión Pública, esas frases sin sentido para la posteridad. En definitiva, un calvario por el que camina cada día, hora a hora desmadejada y doliente.

La Presidenta de la CAM, prisionera del amor entre dos hombres, Casado y Rodríguez, ya no tiene un destino. Ha conseguido su relámpago de fama descubriéndose ante al mundo como una nueva genia. Pero sin el milagro que la exonere de su ambición, el ansia de lucro y la ceguera de la vanidad no tendrá donde caerse muerta. Si no lo está ya.


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