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jueves, 26 de marzo de 2020

Aquel que decía que sabía, pero al final, no conocía (26.03.2020)

Aquel que decía que sabía, pero al final, no conocía (26.03.2020)

Así comienza este cuento, supuestamente, maravilloso.

Era uno de tantos, cómo tantas veces, en las Redes Sociales, que se creía que era, lo que no ha sido, ni es, ni será aquí, ni afuera, ni como la película, "Nunca jamás".

Pero como éste, como tantos otros, se lanzó a faltar, a insultar, porque él creía que era superior a los demás. Aunque sea uno, ya es suficiente cantidad. El faltaba e insultaba, sin más, porque según él, estaba y está por encima del bien y del mal.

Así, es a veces, está realidad que nos toca vivir y soportar con aquellos que se creen más y más. ¡Qué barbaridad! Uno no sale de este asombro tan descomunal.

Pero como ése, “él”, seguía con su "erre" que "erre", porque ése, “él”, tenía que quedar por encima de los demás. Y que así razonaba y no menos, argumentaba. Aunque sea uno, ya es cantidad.

Qué no. Qué no, que no son insultos pregonaba, pero repetía las palabras: ignorancia, tonto, sandeces.

¿De verdad son esos conocimientos, argumentos o son simples insultos por falta de ese conoci....to?

Bien lo dejó claro aquél que estaba sobrado no por sabio, si no por edad. Vivían retirado, por su edad, en una aldea, y se dedicaba a su tarea, "a aprender y aprender", pues él anciano decía, que la edad no le quitaba tiempo para conocer y saber, así el anciano leía y leía, pero a su vez, también, un poco, sólo un poco escribía, el otro, el que decía que sabía y conocía, no para de usar palabras para faltar e incluso insultar.

El anciano, por lo años, se dijo, sí, mío no son los insultos, si no, de uno que los viene a declamar, que se los quede, él, que los puede necesitar.

Al oír la respuesta del anciano; el otro que razonaba con los insultos ya puestos y pronunciados, cómo no tenía nada más, al anciano a la mierda le dio por mandar.

El anciano muy tranquilo, sin inmutarse, argumentó, porque me mandas a mí a ese lugar tan distante, si en ningún momento te pedí información para ir a tal sitio o localidad, y además, que se me ha perdido a mí en ese espacio tan singular.

Venga, déjalo estar y se feliz, que esta vida uno por una rabieta se puede uno hasta morir.

Cómo era de esperar, el otro, no cesaba en su faltar, y el anciano se reiteraba en decir, se feliz, se feliz, no te amargues compañero y se feliz, que no es bueno ese sufrir.

El anciano muy calmado, le leía y leía, repitiendo después de cada lectura, se feliz que no es bueno tanto maldecir.

Venga, un saludo.

Se feliz, se feliz.
bayekas

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