Un
documental inspirado en el ensayo filosófico 'Assholes: A Theory' analiza uno
de los perfiles más tóxicos (y tolerados) de la sociedad
HÉCTOR
LLANOS MARTÍNEZ (El País)
Copenhague
22 ABR 2019 - 09:29 CEST
El
periódico Los Ángeles Times está resurgiendo de una profunda crisis tras pasar
años en manos de un grupo de jefes que fomentaban la cultura del gilipollas,
aseguran sus propios periodistas, ahora esperanzados ante el reciente cambio de
propietario.
Si
tu jefe se siente con el derecho de ser desagradable contigo porque tiene más
poder o porque cree tener más talento que tú, tu jefe no es un líder, sino un
gilipollas. Lo mismo ocurre con miembros de tu familia o de tu grupo de amigos.
El documental Assholes: A Theory se basa en el exitoso ensayo homónimo del
filósofo Aaron James para analizar una de las figuras más tóxicas y aceptadas
de nuestra sociedad.
El
director John Walker se ha pasado años estudiando su comportamiento y
recopilando los testimonios del propio James, del actor John Cleese (Monty
Python) y de la activista LGTB italiana Vladimir Luxuria, entre otros. Charla
sobre sus conclusiones reflejadas en la película durante la presentación en el
festival de cine documental CPH:DOX de Copenhague.
Pregunta.
Una cosa muy interesante del ensayo y del documental es cómo se define a un
gilipollas: es alguien que se comporta como si fuera un niño que todos los días
celebra su cumpleaños.
Respuesta.
Cuando eres niño y es tu día, se te permiten ciertos privilegios. Esa sensación
de sentirte con el derecho de ser desagradable con los demás, porque te crees
con más talento, porque tienes dinero o poder o porque sientes que la vida te
debe algo, es básicamente ser un gilipollas.
P.
No es lo mismo ser un gilipollas que comportarse como un gilipollas.
R.
Cualquiera puede comportarse como un gilipollas. Yo lo he hecho, cuando era más
joven. Ser infiel a una novia o dar un codazo a alguien cuando intentaba rodar
algo interesante con mi cámara. Pero ser gilipollas es no ser consciente de ese
comportamiento y no corregirlo nunca.
P.
Empresas, especialmente las grandes compañías, aceptan e incluso valoran a los
gilipollas. Suelen apreciar otros aspectos de su personalidad: que tienen
iniciativa o que parecen asegurar buenos resultados. Pero no tienen en cuenta
que su perfil es tóxico.
R.
Es completamente cierto que la gilipollez en el trabajo es como una enfermedad
venérea para la empresa. John Cleese lo explica en el documental. Primero
porque los gilipollas buscan anular a otros trabajadores válidos y segundo
porque algunos de esos compañeros de trabajo deciden convertirse en gilipollas
todavía más grandes para sobrevivir.
P.
Aunque parezca lo contrario, no son productivos.
R.
Hay un ejemplo muy claro: Baird, compañía financiera que maneja 77.000 millones
de dólares de sus clientes, impuso una regla: no tolerar a gilipollas en sus
oficinas. Después de tomar esa medida, su rendimiento triplicó al de su
competencia.
¿Ascenderás
más rápido en tu empresa si eres gilipollas?
John
Walker, director del documental, junto a la activista LGTB italiana Vladimir
Luxuria
P.
Hay entornos que son caldo de cultivo de los gilipollas.
R.
Las empresas que dependen de accionistas lo son, porque tienen que pensar en el
beneficio a corto plazo. O las hermandades universitarias, que les parece muy
guay ser misógino. También ocurre últimamente en Silicon Valley. Las empresas
tecnológicas, como el Facebook de Zuckerberg, abrazan esa filosofía de vida de
muévete rápido y rompe cosas en el camino.
P.
Volvemos a la idea de que un gilipollas es un inmaduro.
R.
¡Claro, porque eso de romperlo todo por el camino es lo que hacen los bebés que
acaban de empezar a caminar! Es entendible que lo hagan los adolescentes. Ellos
se sienten con el derecho de ser desagradables porque no han elegido venir a un
mundo al que les resulta complicado adaptarse, pero no debería ser un
comportamiento propio de adultos.
P.
Si campos como el financiero, militar, político o ahora el tecnológico son
fábricas de gilipollas, ¿eso quiere decir que tener poder te hace gilipollas o
que hay que ser gilipollas para obtener poder?
R.
Pues mira, aunque solemos relacionar es tipo de comportamientos con
instituciones conservadoras o liberales, lo cierto es que Silicon Valley se
fundó en un entorno de izquierdas, en la sociedad hippie de California y la
generación de Woodstock. Si un montón de veinteañeros se encuentran casi de
golpe con cantidades astronómicas de dinero, es bastante probable que se
conviertan en gilipollas y que sientan que tienen que seguir siéndolo para
mantener su posición.
P.
De hecho, hay mucho abusón que se cree con derecho a ser desagradable con otros
en nombre de una buena causa como la sostenibilidad, la solidaridad o la
excelencia profesional.
R.
Exacto. En este caso, hay que olvidarse de la dicotomía derechas o izquierdas.
Tenemos que centrarnos en la idea de que ser o tolerar a un gilipollas nunca
favorece a un colectivo. Puede que los gilipollas logren cierto poder o control
sobre las cosas, pero van a ser siempre infelices. Lo opuesto a ser gilipollas
es ser feliz. Es algo que debemos enseñar a nuestros hijos.
P.
Pero ser gilipollas se relaciona con un comportamiento típicamente masculino.
R.
Sí, incluso las mujeres que se comportan como gilipollas, lo que están haciendo
es imitar comportamientos masculinos. El papel que la historia ha dado a las
mujeres (la esposa, madre, ama de casa) hace que sea menos común encontrar a
mujeres con esa sensación de tener derecho a ser desagradable con los demás.
Las que intentan sobrevivir en un mundo de hombres pueden caer en la tentación
de hacerlo tomando lo peor de ellos: ser unas abusonas, entre ellas o con sus subordinados.
Lo que pasa es que de ellas se suele decir que son unas zorras, en vez de decir
que son también unas gilipollas.
P.
¿Se puede sobrevivir a un gilipollas sin ser un gilipollas?
R.
La forma más efectiva es evitándolo. Pero si es un jefe, un familiar o el
presidente de tu país, eso es complicado. En el trabajo, hay que buscar el
apoyo moral de otros compañeros. Es importante que alguien te apoye en la
empresa. Hay que ser valiente y no bajar la cabeza; no tolerarlo. Si haces una
entrevista de trabajo y detectas que tu posible jefe lo es, no aceptes el
trabajo si puedes permitírtelo. O, si te es posible, cambia de trabajo si tu
nuevo jefe lo es.
P.
¿Hay algún campo de la vida en el que ser un gilipollas sea útil?
R.
Bueno, si los artistas quieren serlo, pueden serlo sin más problema que sus
parejas terminen por dejarlos y sus colaboradores huyan. Hacen daño a su
entorno más cercano y poco más. Una de las preguntas que quería responder con
el documental era: ¿necesitas ser un gilipollas para ascender en tu empresa o
ser un buen profesional? La respuesta es clarísima: NO.
P.
El documental recuerda que los ciudadanos votamos de forma voluntaria (y con
orgullo) a gilipollas para que lideren nuestros gobiernos. ¿Hay países más
gilipollas que otros? ¿O que tengan valores más gilipollas que otros?
R.
El ensayo menciona que, si un joven ha nacido en Estados Unidos, Italia o
Israel, tiene muchas más posibilidades de ser uno que si nace en Noruega o
Canadá. De nuevo volvemos a la cultura de género que hay en esos países. Marca
la diferencia. Por supuesto que en Canadá también hay sexismo, pero la
situación es muy diferente.
P.
La sociedad te hace creer a menudo que ser amable equivale a ser débil, cuando
en realidad hace falta mucha valentía para ser cívico entre gilipollas…
R.
Ya te digo. Los canadienses somos conocidos por ser amables y aburridos. Pero
es cierto que es peligroso ser siempre amable. Un jefe no puede celebrar todo
lo que hacen sus empleados si quiere mejorar su rendimiento. Ni un empleado
debe tolerar el comportamiento abusivo de su jefe. La forma más correcta de
amabilidad es el candor radical: decir sin miedo lo que se siente cuando
alguien tiene un comportamiento tóxico. Si son otros compañeros los que sufren
las consecuencias, también hay que alzar la voz. De lo contrario, también eres
un gilipollas.
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