Todo
está dicho (...) No hacemos más que seguir los pasos de los antiguos y de nuestros
contemporáneos más inteligente.
La
Bruyère, Les caractères
Se
puede caminar sin cabeza.
Xavier
Forneret
En
el libo Elogio del imbécil, de Pino Aprile, se puede leer, además de lo
anterior, esto en su Prólogo:
Cuando
era niño la realidad me perecía muy extraña. No es que yo fuera especialmente
simple o inteligente, pero no podía evitar sentir oscuras y secretas tendencias
hacia la lógica. Secretas y oscuras porque las oculté durante mi infancia para
que nadie pudiera acusarme de tener un comportamiento "anormal".
Acudir
al colegio me parecía desagradable y una agresión a mi libertad. La compañía
brutal o cursi de los otros niños me producía la misma satisfacción que entrar
en los urinarios del colegio, tan nauseabundas como un campo de batalla en el
que se hubiera sustituido las sangre por pis. Las cosas que divertían a mis
compañeros a mí me dejaban perplejo. Mi estupor se convirtió en un horror
indecible el día en que me vi rodeado de una multitud de seres de mi misma edad
desternillados de risa porque un payaso, tras recibir un estacazo del Augusto,
se había tragado un saxofón cuyo extremo más puntiagudo le sobresalía por la
nuca.
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