Robert
Sutton y la ciencia del cabronismo
El
autor de la regla "no assholes" vuelve cuando más se le necesita:
cuando la política y la empresa se ha llenado de esas personas altamente
venenosas para la convivencia diaria
22/09/2017
20:39
A
comienzos de 2004, el profesor de la Universidad de Stanford Robert I. Sutton
publicó 'More Trouble Than They're Worth', uno de los artículos que más éxito
han tenido en la historia de 'Harvard Business Review'. Lo hizo impelido por un
compañero que le pidió colaborar en la edición de “Ideas Rompedoras” para la edición
de enero. En él analizaba algo que no le parecía particularmente rompedor: que
los gilipollas ('assholes') se habían hecho con el control del mundo laboral y
que, si una empresa quería salir adelante, lo primero que tenía que hacer era
localizarlos y deshacerse de ellos.
Sutton
recibió rápidamente miles de respuestas, lo que le animó a escribir 'The No
Asshole Rule' (Piatkus), un 'best seller' del 'management' que animaba a
identificar a los abusones de la empresa antes de que sus acciones empeorasen
la moral y la productividad de la firma. Entre los comportamientos que
caracterizaban a estos capullos caracterizados por hacer sentirse mal a los
compañeros, se encuentran los insultos, las amenazas, el sarcasmo, los enfados,
la humillación, la interrupción, las miradas amenazantes o el desprecio.
El
mal comportamiento se extiende de forma mucho más rápida que el bueno
Una
década después, el panorama que Sutton describió tan solo parece haber
empeorado, y el propio psicólogo cree que hay alguna que otra razón para que
los “gilipollas” proliferen cada vez más. Es, por lo tanto, buen momento para
publicar una secuela de dicho volumen, 'The Asshole Survival Guide', (Houghton
Mifflin Harcourt), que como su nombre indica es un intento de responder a la repetida
pregunta de “tengo que tratar con un gilipollas (o muchos). ¿Qué tengo que
hacer?”
Pero
¿por qué parece que cada vez hay más “gilipollas”? Es la gran pregunta que 'The
New York Magazine' le ha hecho al autor con motivo de la promoción de su libro,
y que intenta responder con una serie más o menos larga de factores. Eso sí,
matizando que, por mucho que parezca que les vaya bien, esto suele ocurrir solo
a corto plazo. En el largo, tarde o temprano se les pilla, y terminan pagando
las consecuencias. Es una lógica semejante, pero en sentido inverso, a la que
Adam Grant expone en 'Dar y recibir: por qué ayudar a los demás conduce al
éxito' (Gestión 2000).
Son
contagiosos
“Es
posible que estemos viviendo en un pico de gilipollas”, reconoce el autor al
medio americano. ¿Qué debemos entender como tales? “Las personas que hacen que
los demás se sientan degradadas, desconectadas e insultadas”. Desde luego,
recuerda Sutton, en el panorama político actual hay muchas más personas que
encajan en dicha definición que hace apenas unos años. Y, el problema, es que
son muy visibles: “El mal comportamiento se extiende de forma mucho más rápida
que el bueno”, lamenta.
Cuantos
más gilipollas te rodean, más gilipollas te vuelves
Lo
hace como si de un virus se tratase. Tiene sentido: mientras que tratar de
manera agradable y respetuosa a los demás se considera la norma, y por lo tanto
no causa ninguna impresión en los que son objeto de dicho trato, insultar o
faltar al respecto a alguien es mucho más impactante. En otras palabras, es
mucho más probable que repliques dicho comportamiento después de haber recibido
un ataque, como una manera de restaurar el equilibro kármico en el universo.
En
compañía de gilipollas
No
se trata únicamente de ser el objeto de un ataque malintencionado. Cuando uno
pasa la mayor parte de su jornada con otros capullos como él, es más probable
que se contagie de su visión del mundo. “Cuantos más gilipollas te rodean, más
gilipollas te vuelves”, recuerda el autor. Es el mismo sistema de mente colmena
que refuerza el machismo, el radicalismo o la xenofobia, en la que la ausencia
de una opinión –o, en este caso, comportamiento– diferente refuerza la
sensación de que lo que uno hace es lo correcto.
Envidia
y desdén
Lo
explicábamos hace apenas unos meses: el 'Wealth Report' de este año señalaba
que, después de la publicación de los papeles de Panamá y otros informes sobre
evasión fiscal, los súper ricos temen cada vez más por su seguridad personal.
Sutton recuerda que “las investigaciones muestran que en situaciones como la
actual, la envidia sube hacia arriba y el desdén hacia abajo”. En otras
palabras, la mayor brecha entre ricos y no tan ricos es un contexto ideal para que
los gilipollas, tanto de uno como de otro lado, se sientan legitimados.
Corazón
que no ve…
Esta
razón es conocida: si no hay contacto visual entre el agresor y el agredido, es
más probable que el primero traspase los límites de lo razonable. Sí, exactamente
como ocurre con los trolls en internet, que al no disponer de la respuesta
gestual del interlocutor, son incapaces de entender el daño que le están
infligiendo. No hablemos del anonimato y la irreflexión que en demasiadas
ocasiones caracterizan el comportamiento de estos acosadores.
Los
cabrones nunca duermen
Literalmente.
Sutton llega, finalmente, al nombre que ha estado sobrevolando toda la
conversación: Donald Trump y su conocido insomnio. “Es lo que le pasa”, explica
el psicólogo sobre el presidente de los EEUU. “La privación de sueño es una de
las formas infalibles de conseguir que alguien esté de mal humor”. ¿Un consejo
para evitar tratar a los demás fatal? Descansar lo suficiente; pongamos, unas
ocho horas durante tres días seguidos.
¿Dónde
están?
Aparte
de su trabajo como gurú del 'management' psicológico, Sutton es también el
cofundador de Technology Ventures Program en Stanford, uno de los grandes
centros de formación de trabajadores de Silicon Valley. Precisamente, un
entorno que en los últimos tiempos ha sido puesto en entredicho por diversos
casos de acoso. ¿En qué clase de sectores proliferan los “gilipollas”? Según la
respuesta del psicólogo, aquellos en los que hay grandes diferencias de poder
entre personas que están obligadas a convivir, donde el trabajo debe realizarse
rápido y donde la fatiga es alta. Es el caso, por ejemplo, del mundo de la
salud o de las finanzas.
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