Escrito
por: Erika GC en Relatos cortos
Hace
muchos años en Japón, en una época muy antigua y llena de esplendor,
existió un joven samurái que era muy diestro en su arte. Desde pequeño se había entrenado para hacer un buen uso de las armas, a tal grado que podía decir que conocía todas y cada una de las técnicas necesarias para vencer a sus enemigos.
existió un joven samurái que era muy diestro en su arte. Desde pequeño se había entrenado para hacer un buen uso de las armas, a tal grado que podía decir que conocía todas y cada una de las técnicas necesarias para vencer a sus enemigos.
Él
se había hecho de una gran reputación en la región donde vivía, pues era muy
fiero y muy arrojado. Lo que más le causaba placer era matar a sus enemigos,
pues creía que solo así sería respetado por los demás.
Por
eso, siempre buscaba excusas para pelear a la más mínima afrenta y todos lo
tenían miedo. Nadie se atrevía a meterse con él.
Un
día, el samurái escuchó hablar acerca de un tal maestro Wei, el cual era muy
admirado en los alrededores por su sabiduría en las artes marciales. De él se
decía que había entrenado a los mejores samuráis del mundo y que había ganado
incontables batallas.
Esto
le sorprendió muchísimo. Al ver a unos cuantos aldeanos que se dirigían a ver
al maestro, detuvo a uno de ellos:
—Oye
tú, ¿quién es ese tal maestro Wei del que todos hablan?
El
hombre, temblando de miedo, le respondió:
—¿Cómo
es posible que no le conozcas, noble guerrero? Él alguna vez fue un samurái muy
afamado, ahora mismo vamos a escucharle.
El
samurái, intrigado por estas palabras, decidió seguirlos. Al llegar al lugar
donde se hospedaba el maestro Wei, vio que este era un hombre anciano y de muy
poca estatura, lo que le despertó gran antipatía por él.
—En
esta vida —decía Wei—, hay distintas armas diseñadas para lastimar a los
hombres. Sin embargo, para mí, ninguna es más poderosa que las palabras.
—Solo
un viejo tan idiota como tú podría afirmar algo así —lo interrumpió el samurái
y a continuación, desenvainó su katana—, ¡esta sí que es un arma poderosa! ¿Te
atreverías a negarlo?
—Bien,
es comprensible que pienses eso —dijo Wei sin inmutarse—, a leguas se nota que
eres un hombre sin ninguna educación, bruto, ignorante y un completo estúpido.
El
samurái se sintió aún más molesto y avergonzado.
—Hasta
aquí llegó tu vida, anciano insolente —dijo, preparándose para atravesarlo con
su espada.
—Por
favor, perdóname gran señor —dijo Wei—, solo soy un viejo al que la edad lo ha
hecho perder su lucidez. Ya ves, estoy loco. ¿Podría un gran guerrero como tú
perdonar el agravio de un hombre tonto y acabado como yo?
El
samurái, sorprendido por su humildad, se detuvo en seco.
—Pues
por supuesto, buen maestro Wei, acepto tus disculpas.
En
ese instante, Wei lo miró a los ojos y sonriendo con serenidad dijo:
—Ahora
dime mi buen amigo, ¿tienen o no tienen poder las palabras?
Aquel
día, aquel samurái arrogante había aprendido una gran lección. No importaba
cuan fuerte o hábil fuera en la batalla. Un simple comentario podía destruir o
enaltecer a cualquier persona, si sabía utilizarse con inteligencia.
Moraleja/Conclusión:
Las palabras tienen poder de crear la realidad de una persona, pues generan
emociones buenas y malas. Usa con cuidado las tuyas si quieres que tu realidad
esté llena de armonía
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