El
Kraken - La Biblioteca Fosca 5 mayo 2008
Ese
día está marcado con lápiz rojo en mi calendario. Como muchos otros.
Es
el origen de mi desgracia, la puerta de entrada de todos mis demonios. Mi alma
es como un faro que atrae las desgracias, como si un ente telepático registrara
mi ser en busca de maldad, corrupción...
Hace
que me vuelva esquizofrénico, hipocondríaco, que mi esencia no signifique más
que la de un mísero pez, que una larva…
Mi
cuerpo falla. Mis células empiezan a morir. Mis átomos se disgregan;
electrones, protones, neutrones, escapan, como propulsados por una turbina, por
una hélice gigantesca... o tal vez, como absorbidos por una monstruosa
garganta.
Cojo
el teléfono e intento una última llamada. No puedo controlar mis manos. No
puedo clarificar mis pensamientos. La vista se me apaga, se estrecha mi campo
de visión; como el objetivo de una cámara, como un pequeño telescopio enfocado
en una estrella, un pequeño punto focal.
Mis
oídos zumban, una enorme sirena de barco los taladra, acompañados de voces
espectrales, de oculto pero terrorífico significado a la vez.
La
sangre se me escapa a borbotones, produciéndome el zumbido de oídos, la pérdida
de visión, la disgregación de mis átomos.
Ya
no distingo si es verdad o se debe a mi locura.
Elegí
este día para suicidarme, lo marqué con lápiz rojo en mi calendario, el que
cuelga detrás de la puerta de mi camarote. El viaje en barco no me ha ayudado a
aclararme,
no me clarifica el origen de esta sensación.
“Iä,
Iä, Cthulhu fhang: ¡Ei! ¡Ei!…”, susurro por el teléfono cuando al otro lado de
la línea alguien lo descuelga. Frenética carrera de electrones de mi boca a su
oído, transformando las palabras en corriente, y viceversa.
Y
muero.
Y
sigo viendo mi cuerpo, mi alma lo abandona, dibujando una hermosa hélice
mientras desciende.
Y
mientras desaparezco, pienso, absurdamente: ”...no está muerto lo que yace
eternamente, y con el paso de extraños evos, hasta la muerte puede morir...”
J.
Javier Arnau
No hay comentarios:
Publicar un comentario