Por
Adrián Paenza - 18 agosto 2006
A
uno le presentan un problema que no contiene la información suficiente
para poder descubrir la solución. Para avanzar, se requiere de un diálogo entre quien lo plantea y quien lo quiere resolver. En consecuencia, una parte importante del proceso es hacer preguntas. Las tres respuestas posibles son: sí, no o irrelevante.
para poder descubrir la solución. Para avanzar, se requiere de un diálogo entre quien lo plantea y quien lo quiere resolver. En consecuencia, una parte importante del proceso es hacer preguntas. Las tres respuestas posibles son: sí, no o irrelevante.
Cuando
una línea de preguntas se agota, se necesita avanzar desde otro lugar, desde
una dirección completamente distinta. Y aquí es cuando el pensamiento lateral
hace su presentación. Para algunas personas, es frustrante que un problema
“admita” o “tolere” la construcción de diferentes respuestas que “superen” el
acertijo. Sin embargo, los expertos dicen que un buen problema de pensamiento
lateral es aquel cuya respuesta es la que tiene más sentido, la más apta y la
más satisfactoria.
Es
más: cuando uno finalmente accede a la respuesta, lo que se pregunta es:
“¡¿cómo
no se me ocurrió?!”. *
Quiero
plantear ahora un ejemplo muy interesante. No sé si es el mejor que conozco,
pero sí el que generó y genera muchísimas controversias.
Aquí
va: recuerde que no hay trampas, no hay cosas escondidas, todo está a la vista.
Algo más: si no conoce el ejemplo, permítame una sugerencia. Trate de pensarlo
solo porque vale la pena, en particular, porque demuestra que lo que usted cree
sobre usted mismo a lo mejor no es tan cierto. O, en todo caso, es incompleto.
Antonio,
padre de Roberto, un niño de 8 años, sale manejando desde su casa en la Capital
Federal y se dirige rumbo a Mar del Plata. Roberto, va con él. En el camino se
produce un terrible accidente. Un camión, que venía de frente, se sale de su
sector de la autopista y embiste de frente al auto de Antonio.
El
impacto mata instantáneamente a Antonio, pero Roberto sigue con vida. Una
ambulancia de la municipalidad de Dolores llega casi de inmediato, advertida
por quienes fueron ocasionales testigos, y el niño es trasladado al hospital.
No
bien llega, los médicos de guardia comienzan a tratar al nene con mucha dedicación,
pero, luego de charlar entre ellos y estabilizarle las condiciones vitales,
deciden que no pueden resolver el problema de Roberto. Necesitan consultar.
Además, advierten el riesgo de trasladar al niño y, por eso, deciden dejarlo
internado allí, en Dolores.
Luego
de las consultas pertinentes, se comunican con el Hospital de Niños de la Capital
Federal y finalmente conversan con una eminencia en el tema a quien ponen en
autos de lo ocurrido. Como todos concuerdan que lo mejor es dejarlo a Roberto
en Dolores, la eminencia decide viajar directamente desde Buenos Aires hacia
allá. Y lo hace.
Los
médicos del lugar le presentan el caso y esperan ansiosos su opinión. Finalmente,
uno de ellos es el primero en hablar: “¿Está usted en condiciones de tratar al
nene?”, pregunta con un hilo de voz. Y obtiene la siguiente respuesta: “¡Cómo
no lo voy a tratar si es mi hijo!”.
Bien,
hasta aquí, la historia. Está en usted el tratar de pensar una manera de que tenga
sentido. Como no compartimos la habitación, o donde sea que usted esté, le insisto
en que no hay trampas, no hay nada oculto. Y antes de que lea la solución, quiero
agregar algunos datos:
a)
Antonio no es el padrastro.
b)
Antonio no es cura.
Ahora
sí, lo dejo a usted y su imaginación. Eso sí, le sugiero que lea otra vez la descripción
del problema y, créame, es muy, muy sencillo.
Solución
Lo
notable de este problema es lo sencillo de la respuesta. Peor aún: no bien la
lea, si es que usted no pudo resolverlo, se va a dar la cabeza contra la pared
pensando, ¿cómo puede ser posible que no se me hubiera ocurrido?
La
solución o, mejor dicho, una potencial solución, es que la eminencia de la que
se habla, sea la madre.
Este
punto es clave en toda la discusión del problema. Como se advierte (si quiere vuelva
y relea todo), nunca se hace mención al sexo de la eminencia. En ninguna parte.
Pero nosotros tenemos tan internalizado que las eminencias tienen que ser hombres
que no podemos pensarla mujer.
Y
esto va mucho más allá de que puestos ante la disyuntiva explícita de decidir
si una eminencia puede o no puede ser una mujer, creo que ninguno de nosotros
dudaría en aceptar la posibilidad tanto en una mujer como en un hombre. Sin
embargo, en este caso, falla. No siempre se obtiene esa respuesta. Más aún: hay
muchas mujeres que no pueden resolver el problema y cuando conocen la solución
se sienten atrapadas por la misma conducta machista que condenan.
En
fin, creo que es un ejercicio muy interesante para testear nuestras propias complicaciones
y laberintos internos
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