Por
Adrià Cadena
Se
puede considerar la simplicidad como la eliminación de elementos
innecesarios, es decir, reducir algo a su mínima expresión –lo que muchos llaman esencia-. Por consiguiente, no es un estilo del diseño, de crear, de pintar, etc. sino una forma de abordarlo.
innecesarios, es decir, reducir algo a su mínima expresión –lo que muchos llaman esencia-. Por consiguiente, no es un estilo del diseño, de crear, de pintar, etc. sino una forma de abordarlo.
“La
simplicidad es la máxima sofisticación” — Leonardo da Vinci
de
aquí que algunos diseñadores la consideren como la representación final de la
complejidad.
¿Por
qué se prioriza la simplicidad por encima de la complejidad?
Muy
sencillo, no hay cabida para lo complejo en la sociedad de la información en la
que nos encontramos inmersos pues crea confusión. La comunicación tiene que ser
simple, clara, sintética y funcional; adjetivos que se relacionan con la
simplicidad.
Pero
conseguir la simplicidad no es únicamente un trabajo de reducción, no basta con
suprimir partes de un todo.
“El
proceso consiste en eliminar lo obvio y añadir lo significativo” — John Maeda
Se
debe discernir lo prescindible de lo imprescindible mediante un proceso de
comprensión, reducción y conceptualización.
“Se
trata de indagar en las profundidades de la complejidad para realmente entender
el objeto” — Jony Ive
Para
ello debes profundizar y entender la naturaleza del objeto en cuestión, ya que
será ese conocimiento el que te permitirá llegar a la simplicidad. De aquí la
paradoja de que es más simple crear algo complejo que simplificar la
complejidad; siempre respetando la premisa de que
“Las
cosas se deben hacer más simples, pero no más sencillas” — Albert Einstein
En
otras palabras:
La
clave está en que la complejidad debe afrontarse entre bambalinas, debe ser
desplazada lejos del usuario y hacia el creador.
Por
lo tanto, no es posible la simplicidad sin pasar por la complejidad. No es de
extrañar que las personas que aplican la simplicidad suelen ser los que crean
productos más atractivos visualmente. Son accesibles, no presentan ninguna
complicación a la hora de decodificarlos y, por lo tanto, no son vistos como
una amenaza. Un gran ejemplo de ello lo encontramos en los símbolos, ya que son
unidades de representación gráfica que responden a una convención y representan
de forma inequívoca una idea concreta.
10
leyes de la simplicidad
John
Maeda, en su libro Las leyes de la simplicidad, traza una lista de las 10 leyes
básicas que uno debería seguir para llegar a la máxima simplicidad posible
cuando se está trabajando en un producto. Los 10 puntos son los siguientes:
1.-Reduce:
como ya se ha comentado, la simplicidad es el resultado de un proceso de
reducción.
2.-Organiza:
un todo caótico se percibe más complejo que un todo organizado.
3.-Tiempo:
ahorrar tiempo da la sensación de simplicidad.
4.-Aprende:
contra más conocimientos tengas sobre un campo, con mayor facilidad podrás
llegar a la simplicidad.
5.-Diferencia:
sin complejidad no hay simplicidad.
6.-Contexto:
lo que rodea la simplicidad sigue siendo simplicidad.
7.-Emoción:
más emociones es mejor que menos.
8.-Confianza:
la simplicidad es una cuestión de creer.
9.-Fracaso:
se tiene que aceptar que hay cosas que no se pueden simplificar -quizás
necesites de más conocimiento, una mayor capacidad de abstracción, etc. que te
permita seguir avanzando-.
10.-La
única: la simplicidad consiste en eliminar lo obvio y añadir lo significativo.
Pero
por encima de todo, no hay que olvidar que lo que hace bueno a una innovación
es que dé respuesta a un problema. Una buena innovación suele ofrecer
respuestas obvias –se convierten en obvias a posteriori-. La simplicidad puede
ser una forma de alcanzar este objetivo.
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