El
murciélago, colgado de la rama por los pies, vio que un guerrero kayapó se
inclinaba sobre el manantial.
inclinaba sobre el manantial.
Quiso
ser su amigo.
Se
dejó caer sobre el guerrero y lo abrazó. Como no conocía el idioma de los
kayapó, le habló con las manos. Las caricias del murciélago arrancaron al
hombre la primera carcajada. Cuánto más se reía, más débil se sentía. Tanto se
rió, que al fin perdió todas sus fuerzas y cayó desmayado.
Cuando
se supo en la aldea, hubo furia. Los guerreros quemaron un montón de hojas
secas en la gruta de los murciélagos y cerraron la entrada.
Después,
discutieron. Los guerreros resolvieron que la risa fuera usada solamente por
las mujeres y los niños.
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