Por
Susana Gálvez -10 octubre, 2019
Hace
no mucho estuve a punto de morir. Me ayudaron personas muy
diferentes las unas de las otras y con las que no compartía pensamiento, entre otras cosas. Decidí ver el lado bueno de la gente e intentar que los demás fueran un poco más felices. Para ello, me hice una nueva cuenta en Twitter, para devolver a los demás lo que a mí me dieron, apoyo, risas, días llenos de diversión que me animaron a salir de la depresión tan grande que me quería hundir. También la hice para huir de la gente estúpida y amargada. De sabelotodos, moralistas y seres celestiales. Para no tragar insultos, críticas y malas formas. Mi estado físico y mental aún eran muy débiles, no podía permitirme ni un atisbo de negatividad. En resumen: huir de los gilipollas. Estoy en una época de mi vida en la que ya no doy lecciones de moral porque no quiero recibirlas. Pero parece que hay gente a la que les ha picado la araña de la docencia, el virus de la cátedra. Tocados por la mano de Dios. Personas que viven predicando el 90% de su día.
diferentes las unas de las otras y con las que no compartía pensamiento, entre otras cosas. Decidí ver el lado bueno de la gente e intentar que los demás fueran un poco más felices. Para ello, me hice una nueva cuenta en Twitter, para devolver a los demás lo que a mí me dieron, apoyo, risas, días llenos de diversión que me animaron a salir de la depresión tan grande que me quería hundir. También la hice para huir de la gente estúpida y amargada. De sabelotodos, moralistas y seres celestiales. Para no tragar insultos, críticas y malas formas. Mi estado físico y mental aún eran muy débiles, no podía permitirme ni un atisbo de negatividad. En resumen: huir de los gilipollas. Estoy en una época de mi vida en la que ya no doy lecciones de moral porque no quiero recibirlas. Pero parece que hay gente a la que les ha picado la araña de la docencia, el virus de la cátedra. Tocados por la mano de Dios. Personas que viven predicando el 90% de su día.
«Estoy
en una época de mi vida en la que ya no doy lecciones de moral porque no quiero
recibirlas. Pero parece que hay gente a la que les ha picado la araña de la
docencia, el virus de la cátedra»
En
la cuenta que he hecho solo publico cosas divertidas, bonitas, increíbles… y
más o menos todo de ese rollo.
Una
vez publiqué una foto de unos perritos huérfanos que adopté. Dije algo así como
que ahora yo sería su mami. Pues entró el típico tocapelotas citando mi tuit y
diciendo que no estaba yo muy bien de la cabeza. Supongo que en su privilegiada
mente enfermiza me imaginaba dando la teta a los perretes y cambiándoles el
pañal; y claro, no compartirlo para el disfrute de sus macacos sería algo
imperdonable. Bien sabido es que los líderes para ser queridos deben dar pan y
circo a su pueblo; y a falta de pan, buenos son los payasos. Si hubiera
respondido al tuit, le habría respondido con educación, pero no, su plan era
que todos conocieran y lincharan a la loca de los perros. Éste se quejaba del
acoso escolar y de otros acosos que se sufren en su país. No sé cómo consigue
darse la vuelta en la cama mientras duerme teniendo semejantes pelotas.
«Sentido
figurado» una frase que el mozuelo no habría oído en su triste vida. Salió
mucha gente de la buena a defender mi tuit. También salieron un puñado de come
mocos a reírle el tuit al amigote. Entre ellos un cura. ¡Un cura! Aquí se mofan
de los demás hasta los siervos de Jesús. Válgame el cielo…
Si
solo fueran risas, hasta ahí llegaba mi capacidad de «rebota, rebota y en tu
culo explota» para pasar de esa panda de cuadrúmanos, pero los insultos
llegaron a ser demasiado hirientes y en masa. Que se me llenara el cajón de las
notificaciones tampoco ayudaba mucho a mantener mi intención de no reportar ni
bloquear a nadie.
El
mejor de los críticos fue uno que días antes había publicado la muerte de su
perro. Menuda despedida, ni a su pobre abuela la habrá despedido así. Sin embargo,
le hacía gracia pensar en mis peludos como mis hijos.
Su
perro era un familiar, mis perrines eran una broma absurda. Qué santos huevazos
tienen algunos. Pero, todo sea por contentar al que tiene 20 mil seguidores y
te sigue. Lo mismo un día baja de su pedestal virtual y te echa unas migajas en
forma de likes.
«Con
esta cuenta he conocido a gente simpatiquísima, maravillosa, con historias muy
duras. De todos los colores políticos, edades, orientación sexual, raza, país,
etc. Me recuerdan a esa gente que me salvó la vida y me ayudó a sonreír a pesar
de mis cicatrices y todos los dolores»
Con
esta cuenta he conocido a gente simpatiquísima, maravillosa, con historias muy
duras. De todos los colores políticos, edades, orientación sexual, raza, país,
etc. Me encanta tenerlos. Me recuerdan a esa gente que me salvó la vida y me
ayudó a sonreír a pesar de mis cicatrices y todos los dolores. Se da cuenta una
de que la mayoría de las personas tienen corazón, tienen algo interesante,
todas aportan, todas pueden dar y enseñar algo. No saben qué opino sobre los
temas que les interesan y aun así me dan su apoyo y cariño. Por eso siempre
pongo por delante a la persona que a sus ideales. Porque sus opiniones pueden
variar con el tiempo, o porque creen firmemente que sus ideas harían de este
mundo un lugar menos mierda. Y eso para mí es lo que vale. Pasé muchos años
odiando a gente, y finalmente descubrí que ellos también sufrían. Con el tiempo
también me vi en el pellejo de más de una. A ver, siempre queda hueco para una
croqueta más. Claro que tengo un rinconcito reservado para defecar en las astas
de algunos. No soy perfecta ni pretendo serlo. (Bueno, sí, pero no me sale) Por
eso a veces ese rinconcito se convierte en un campo de fútbol en el que metería
a esa panda de fracasados mentales, lo cerraría como las puertas de Moria y lo
lanzaría a Plutón.
Pero,
si algo he aprendido a base de tropezar con ellos miles de veces, es que no se
puede huir de los gilipollas.
Intentaba
conseguir un mundo sin gente cruel, lo que viene siendo en Twitter nada más,
vaya, porque se está convirtiendo en nuestro mundo sin darnos cuenta. Quizás
debamos pensar a veces que esa persona que tuitea hoy mañana puede salvarte la
vida o hacerte sonreír cuando más lo necesites. Menos al que me machacó con lo
de mis perrines, a ése hay que meterlo en el hueco de las croquetas…
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