Iñaki
Calvo Sánchez - 26 enero, 2018
El
mundo está lleno de gilipollas, así es. De hecho, debo confesar que a veces
soy uno de ellos. Por suerte mi gilipollez, como la de la mayoría de las personas, es transitoria. Aunque se han registrado casos de gilipollez permanente, no es ni mucho menos lo más habitual.
soy uno de ellos. Por suerte mi gilipollez, como la de la mayoría de las personas, es transitoria. Aunque se han registrado casos de gilipollez permanente, no es ni mucho menos lo más habitual.
La
gilipollez, como tantas otras condiciones, tiene diferentes grados: desde el
que es un poco gilipollas al gilipollas de remate. Yo mismo he vivido en mis
carnes la gilipollez leve y la aguda. ¡Menos mal que no me suele durar mucho
tiempo!
Cabe
destacar que esto de la gilipollez es algo subjetivo. ¿Que tu cuñado es
gilipollas? Pues tu hermana no opina lo mismo: para ella es un ángel.
Imagino
que estarás preguntándote a dónde quiero llegar. Pues bien, la respuesta que
esperas está contenida en estas palabras del filósofo estoico Epicteto:
Cuando
vayas a iniciar una acción, recuerda aquello en lo que en realidad esta
consiste. Si vas a bañarte, ten en mente lo que suele suceder en los baños
públicos: alguno habrá que te salpique, otro que te empuje, otro que te
insulte, otro que te robe. Emprenderás esa acción con mayor seguridad si te
dices: «Quiero bañarme y al mismo tiempo quiero que mi elección vital
permanezca conforme a la naturaleza». Y así con cada acción. De este modo, si
en los baños sobreviene alguna contrariedad, ten presente esto: «Pero yo no
quería solamente bañarme, sino también, y a un tiempo, actuar de modo que mi
elección vital quede preservada en conformidad con la naturaleza; sin embargo,
no lo conseguiré en este estado, si monto en cólera a causa de lo que ocurre».
Vamos,
que hagas lo que hagas, te puedes topar con algún —o alguna, que la gilopollez
no distingue entre géneros— gilipollas que te moleste. Quizás tú no vayas a los
baños públicos, pero seguro que te encuentras con el gilipollas que se te cuela
en la cola del tren; con la gilipollas que deja la máquina del gimnasio
empapadita en sudor; con el gilipollas que te da lecciones de algo que tú
dominas; con (pon aquí tu propio ejemplo) …
La
cuestión es, ¿cómo reaccionarás ante el próximo gilipollas que te moleste? Mi
consejo es que reacciones con ecuanimidad y que respondas de forma asertiva. No
pierdas los papeles y reacciones con más gilipollez. Dile a ese listillo que
para subir al tren tiene que hacer cola como todo cristo; pídele amablemente a
esa desconsiderada que limpie el sudor que deja tras de sí en el gimnasio;
explícale a ese sabihondo que eres directiva de una multinacional y que no
necesitas sus lecciones de administración de empresas.
En
definitiva, aceptemos que no podemos escapar a la gilipollez humana y, cuando
nos topemos con ella, no reaccionemos como gilipollas. Como aconsejaba
Epicteto, no permitamos que nuestras reacciones nos alejen de esa persona que
queremos ser.
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