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martes, 21 de abril de 2020

El deporte extremo de vaciar las aguas - Algarabía agosto 2019 (20.04.2020)

El deporte extremo de vaciar las aguas - Algarabía agosto 2019 (21.04.2020)
Advertencia. Quien pase por estas líneas deberá dejar atrás toda esperanza
y también sus prejuicios sobre la supuesta facilidad de la micción masculina. Visitar el mingitorio puede ser el mismito infierno, pero para ahorrarnos el flagelo, diremos que vaciar las aguas es al menos un deporte extremo.

Si siente usted la tentación de replicar en casa lo aquí leído, absténgase. Peor aún, experimentar o entrenar en el lavabo puede hacerlo acreedor al exilio de tal casa.

Al tratarse ésta de la revelación de antiguos y profundos secretos del gremio, reservaremos la identidad de nuestros informantes. Cabe señalar que ninguno de ellos resultó lastimado durante la realización del presente documento.

El rincón de los burros castigados

La prisa no tiene horarios, por ello las escuelas, los lugares de trabajo, las plazas comerciales, las terminales de transporte, los centros de entretenimiento, los sitios de concentración pública están equipados con urinales o minigtorios, como se denomina a los depósitos de agüita amarilla(1).

Este mueble de porcelana o hierro esmaltado fue diseñado para erguir al hombre contra la pared mientras orina. Oblongos, rectangulares, suspendidos en el muro o apoyados en el piso, confinan preventivamente por suciedades no acontecidas. De espaldas, que no de frente, los meones exhiben la trise figura de un burro castigado.

Para enfrentar el drama, diseñadores y usuarios han establecido modelos, rituales y reglas hasta hoy celosamente resguardados. He aquí nuestros principales hallazgos.


Escurridizos jugadores
Como éste es un deporte inclusivo donde todos juegan, lo que distingue a los simples participantes de los verdaderos cracks es su porte, actitud, potencia, pulcritud, puntería y color —sin ahondar en las diferencias entre sacarla amarilla o roja—. Echemos un vistazo a los personajes más destacados:

El delantero
Derechito y a lo suyo. Con la vista puesta en un punto fijo de la pared parece detener el tiempo al expulsar lo que ya no necesita. Con discreción remueve los residuos. Si lo hace con un pañuelo… ¡aléjese de ahí!

El contención
De espacio vital amplio y aterrado por los roces, abre el compás de las piernas y angula los brazos para ocupar el lugar de tres mientras apura el líquido. Más vale darle su espacio.

El defensa
Encorvado como cochinilla cubre todos los ángulos para que nadie pueda ver su jugada —incuso cuando está solo—. Más preocupado por los movimientos del rival, este espécimen es propenso a regarla.

El lateral
Hábil en la marcación personal, cuerpo a cuerpo, cara a cara. Espejea los movimientos de su rival. Juega al «mía, tuya, tenla, te la preso». A veces ni tiene ganas de hacer: lo suyo es convivir.

El enganche
Usa su talento a cuentagotas. A veces se hace expulsar desde el momento de abrir la puerta. Lo que le importa es dejar huella… en el piso, en el zapato, en el pantalón, en la mano.

El extremo
Con habilidad, se mete en cualquier rinconcito, sin importar el número de jugadores que ocupen la cancha. Se destaca en tiros largos o pases al ras del suelo. Es personalista.


Canchas legendarias
La capacidad, apariencia, amenidades y comodidad son de lo más variadas en el mundo de los mingitorios; sin embargo, algunas canchas se han vuelto legendarias en el ideario masculino:


El Monumental
Metálico y de figura rectangular, es perfecto para recibir multitudes de vejigas sincronizadas. Su material y profundidad lo hacen ruidoso. Con suerte, la variabilidad de chorros puede llegar a ofrecernos verdaderas sinfonías.

La Bombonera
Sin importar el tamaño o forma, los mingitorios pueden encerrar tesoros: plásticos desodorantes o perfumados, hielos, goma de mascar, papeles, corcholatas y un sinfín de maravillas. ¡Lo único que no tiene La Bombonera son bombones!

El Azteca
Recinto con vestigios urinarios milenarios —custodiado por aluxes y otras criaturas mágicas—. Sus pisos están cubiertos con cartón para evitar el contacto con el agua sagrada que baña la superficie. Inscripciones humorísticas del tipo «puto el que lo lea» distraen a los usuarios del mareo por los efluvios místicos.

El Universitario
Para usuarios valientes y con reflejos felinos. Normalmente inundado hasta el borde, por lo cual el meón debe desarrollar habilidades superiores para controlar un chorro a distancia, salir ileso y sin motitas.

La Corregidora
Induce al usuario en la experiencia: música de fondo, sonido de cascada, activación automática del agua e ilustraciones en la pared —algunas veces con movimiento—. Mantener el chorro fijo en la mosca pintada en el vertedero puede ser la llave de acceso al nirvana...


Breve origen del mingitorio
Suele atribuirse la creación del mingitorio a Andrew Rankin, cuya patente —US53488 A— está fechada el 27 de marzo de 1866. Sin embargo, lo que Rankin patentó no fue examente el mingitorio, sino un aditamento especial para colocar un desodorante e inhibir el olor de la orina. En realidad, muebles parecidos al mingitorio ya eran utilizados por la realeza, aunque eran ligeramente distintos: éstos eran de oro y estaban forrados con lujosas telas.

La fábrica The J.L. Mott Iron Work fabricó mingitorios desde 1828; su modelo más célebre fue el Bedforshire, que fue utilizado por Duchamp —o Elsa von Freytag— para su obra Fuente, 1917


Las que se practican en la semana
Según Jean Coceau, célebre meón y también artista, «la única técnica que merece la pena dominar es la que uno mismo inventa», y vaya que los hombres han inventado técnicas para «tirar el miedo». A continuación, las que provocan el alarido de la tribuna:

El chanfle
Dícese del dominio parabólico del chorro, cuyo efecto, además de silencioso, reduce al mínimo el riesgo de salpicaduras propias o ajenas.

Manos libres
Técnica para prescindir de la micción asistida. Ideal para quienes gustan de fumar, llamar por teléfono, comer paleta o estrechar la mano mientras orinan a rienda suelta.

Chorrus interruptus
Ya sea por salud de la próstata o por mero entretenimiento, la interrupción voluntaria del chorro es una de las técnicas más extendidas entre los meones públicos. Es común que las intermitencias tengan como propósito dibujos imaginarios, ritmos cadenciosos o, en evoluciones muy sofisticadas, mensajes telegráficos.

Rompiendo el hielo
En aquellos lugares donde, con el pretexto de ahorrar agua, los mingitorios están dispuestos con cubos de hielo, el uso del chorro caliente para romper o deshacer el hielo puede llegar a ser todo un arte. Los jugadores más avezados son capaces de hacer un agujero en el centro sin romper la superficie.

La mano extraña
Para almas solitarias y ligeramente pervertidas esta técnica puede ser un buen placebo. Consiste en sentarse en la propia mano previo a visitar los mingitorios. Una vez «dormida» por el corte de la circulación, el meón finge una micción asistida por un amiguito o por el usuario de al lado.

Deporte, fetiche, obra de arte,(2) amigo imaginario, mágico mundo de colores o mero receptáculo de inmundicias, el mingitorio es en realidad una fuente de anécdotas, identidad, y poder(3) masculinos. Quien domina el deporte extremo de vaciar las aguas en espacios públicos puede también orinar en una maceta, una llanta, un arbolito o un auto en movimiento y vivir para contarlo.


Francisco Medina es comunicólogo y periodista. Tiene esposa, hijos de sus ojos y un perro que le ladra. Le gustan los libros y el yogur de fresa



(1) Los Toreros Muertos disertaron sobre la importancia del íntimo líquido en el ciclo de la vida.
(2) Se atribuye a Marcel Duchamp un urinario de porcelana con la inscripción R. Mutt 1917, exhibido como obra de arte; sin embargo, el objeto pudo haber sido concebido de tal manera, en realidad, por parte de Elsa von Freytag, amiga de Duchamp.
(3) No ha sido considerado en este escrito el efecto de la edad en las condiciones del chorro emanado, como mera anotación podemos acudir al dicho popular sobre el poder de los hombres a lo largo de los años: «A los 20 se expresa el poder físico; a los 30, el poder sexual; a los 40, el poder económico y a los 50, el poder mear».

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