Advertencia.
Quien pase por estas líneas deberá dejar atrás toda esperanza
y también sus prejuicios sobre la supuesta facilidad de la micción masculina. Visitar el mingitorio puede ser el mismito infierno, pero para ahorrarnos el flagelo, diremos que vaciar las aguas es al menos un deporte extremo.
y también sus prejuicios sobre la supuesta facilidad de la micción masculina. Visitar el mingitorio puede ser el mismito infierno, pero para ahorrarnos el flagelo, diremos que vaciar las aguas es al menos un deporte extremo.
Si
siente usted la tentación de replicar en casa lo aquí leído, absténgase. Peor
aún, experimentar o entrenar en el lavabo puede hacerlo acreedor al exilio de
tal casa.
Al
tratarse ésta de la revelación de antiguos y profundos secretos del gremio,
reservaremos la identidad de nuestros informantes. Cabe señalar que ninguno de
ellos resultó lastimado durante la realización del presente documento.
El
rincón de los burros castigados
La
prisa no tiene horarios, por ello las escuelas, los lugares de trabajo, las
plazas comerciales, las terminales de transporte, los centros de
entretenimiento, los sitios de concentración pública están equipados con
urinales o minigtorios, como se denomina a los depósitos de agüita amarilla(1).
Este
mueble de porcelana o hierro esmaltado fue diseñado para erguir al hombre
contra la pared mientras orina. Oblongos, rectangulares, suspendidos en el muro
o apoyados en el piso, confinan preventivamente por suciedades no acontecidas.
De espaldas, que no de frente, los meones exhiben la trise figura de un burro
castigado.
Para
enfrentar el drama, diseñadores y usuarios han establecido modelos, rituales y
reglas hasta hoy celosamente resguardados. He aquí nuestros principales
hallazgos.
Escurridizos
jugadores
Como
éste es un deporte inclusivo donde todos juegan, lo que distingue a los simples
participantes de los verdaderos cracks es su porte, actitud, potencia,
pulcritud, puntería y color —sin ahondar en las diferencias entre sacarla
amarilla o roja—. Echemos un vistazo a los personajes más destacados:
El
delantero
Derechito
y a lo suyo. Con la vista puesta en un punto fijo de la pared parece detener el
tiempo al expulsar lo que ya no necesita. Con discreción remueve los residuos.
Si lo hace con un pañuelo… ¡aléjese de ahí!
El
contención
De
espacio vital amplio y aterrado por los roces, abre el compás de las piernas y
angula los brazos para ocupar el lugar de tres mientras apura el líquido. Más
vale darle su espacio.
El
defensa
Encorvado
como cochinilla cubre todos los ángulos para que nadie pueda ver su jugada
—incuso cuando está solo—. Más preocupado por los movimientos del rival, este
espécimen es propenso a regarla.
El
lateral
Hábil
en la marcación personal, cuerpo a cuerpo, cara a cara. Espejea los movimientos
de su rival. Juega al «mía, tuya, tenla, te la preso». A veces ni tiene ganas
de hacer: lo suyo es convivir.
El
enganche
Usa
su talento a cuentagotas. A veces se hace expulsar desde el momento de abrir la
puerta. Lo que le importa es dejar huella… en el piso, en el zapato, en el
pantalón, en la mano.
El
extremo
Con
habilidad, se mete en cualquier rinconcito, sin importar el número de jugadores
que ocupen la cancha. Se destaca en tiros largos o pases al ras del suelo. Es
personalista.
Canchas
legendarias
La
capacidad, apariencia, amenidades y comodidad son de lo más variadas en el
mundo de los mingitorios; sin embargo, algunas canchas se han vuelto
legendarias en el ideario masculino:
El
Monumental
Metálico
y de figura rectangular, es perfecto para recibir multitudes de vejigas
sincronizadas. Su material y profundidad lo hacen ruidoso. Con suerte, la
variabilidad de chorros puede llegar a ofrecernos verdaderas sinfonías.
La
Bombonera
Sin
importar el tamaño o forma, los mingitorios pueden encerrar tesoros: plásticos
desodorantes o perfumados, hielos, goma de mascar, papeles, corcholatas y un
sinfín de maravillas. ¡Lo único que no tiene La Bombonera son bombones!
El
Azteca
Recinto
con vestigios urinarios milenarios —custodiado por aluxes y otras criaturas
mágicas—. Sus pisos están cubiertos con cartón para evitar el contacto con el
agua sagrada que baña la superficie. Inscripciones humorísticas del tipo «puto
el que lo lea» distraen a los usuarios del mareo por los efluvios místicos.
El
Universitario
Para
usuarios valientes y con reflejos felinos. Normalmente inundado hasta el borde,
por lo cual el meón debe desarrollar habilidades superiores para controlar un
chorro a distancia, salir ileso y sin motitas.
La
Corregidora
Induce
al usuario en la experiencia: música de fondo, sonido de cascada, activación
automática del agua e ilustraciones en la pared —algunas veces con movimiento—.
Mantener el chorro fijo en la mosca pintada en el vertedero puede ser la llave
de acceso al nirvana...
Breve
origen del mingitorio
Suele
atribuirse la creación del mingitorio a Andrew Rankin, cuya patente —US53488 A—
está fechada el 27 de marzo de 1866. Sin embargo, lo que Rankin patentó no fue
examente el mingitorio, sino un aditamento especial para colocar un desodorante
e inhibir el olor de la orina. En realidad, muebles parecidos al mingitorio ya
eran utilizados por la realeza, aunque eran ligeramente distintos: éstos eran
de oro y estaban forrados con lujosas telas.
La
fábrica The J.L. Mott Iron Work fabricó mingitorios desde 1828; su modelo más
célebre fue el Bedforshire, que fue utilizado por Duchamp —o Elsa von Freytag—
para su obra Fuente, 1917
Las
que se practican en la semana
Según
Jean Coceau, célebre meón y también artista, «la única técnica que merece la
pena dominar es la que uno mismo inventa», y vaya que los hombres han inventado
técnicas para «tirar el miedo». A continuación, las que provocan el alarido de
la tribuna:
El
chanfle
Dícese
del dominio parabólico del chorro, cuyo efecto, además de silencioso, reduce al
mínimo el riesgo de salpicaduras propias o ajenas.
Manos
libres
Técnica
para prescindir de la micción asistida. Ideal para quienes gustan de fumar,
llamar por teléfono, comer paleta o estrechar la mano mientras orinan a rienda
suelta.
Chorrus
interruptus
Ya
sea por salud de la próstata o por mero entretenimiento, la interrupción
voluntaria del chorro es una de las técnicas más extendidas entre los meones
públicos. Es común que las intermitencias tengan como propósito dibujos
imaginarios, ritmos cadenciosos o, en evoluciones muy sofisticadas, mensajes
telegráficos.
Rompiendo
el hielo
En
aquellos lugares donde, con el pretexto de ahorrar agua, los mingitorios están
dispuestos con cubos de hielo, el uso del chorro caliente para romper o
deshacer el hielo puede llegar a ser todo un arte. Los jugadores más avezados
son capaces de hacer un agujero en el centro sin romper la superficie.
La
mano extraña
Para
almas solitarias y ligeramente pervertidas esta técnica puede ser un buen
placebo. Consiste en sentarse en la propia mano previo a visitar los
mingitorios. Una vez «dormida» por el corte de la circulación, el meón finge
una micción asistida por un amiguito o por el usuario de al lado.
Deporte,
fetiche, obra de arte,(2) amigo imaginario, mágico mundo de colores o mero receptáculo
de inmundicias, el mingitorio es en realidad una fuente de anécdotas,
identidad, y poder(3) masculinos. Quien domina el deporte extremo de vaciar las
aguas en espacios públicos puede también orinar en una maceta, una llanta, un
arbolito o un auto en movimiento y vivir para contarlo.
Francisco
Medina es comunicólogo y periodista. Tiene esposa, hijos de sus ojos y un perro
que le ladra. Le gustan los libros y el yogur de fresa
(1)
Los Toreros Muertos disertaron sobre la importancia del íntimo líquido en el
ciclo de la vida.
(2)
Se atribuye a Marcel Duchamp un urinario de porcelana con la inscripción R.
Mutt 1917, exhibido como obra de arte; sin embargo, el objeto pudo haber sido
concebido de tal manera, en realidad, por parte de Elsa von Freytag, amiga de
Duchamp.
(3)
No ha sido considerado en este escrito el efecto de la edad en las condiciones
del chorro emanado, como mera anotación podemos acudir al dicho popular sobre
el poder de los hombres a lo largo de los años: «A los 20 se expresa el poder
físico; a los 30, el poder sexual; a los 40, el poder económico y a los 50, el
poder mear».
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